Una constelación contemporánea se erigió en el museo de arte costarricense. Aquí florece una simbiosis donde cierto caos de la modernidad se ve sostenido por símbolos que han permanecido y aún persistido desde las cosmovisiones prehispánicas, y que hoy se manifiestan artísticamente en este insigne espacio.

El filtro curatorial distingue una línea de obras que constituyen la sala, trascendiendo en su contenido las problemáticas del presente. El conglomerado de piezas expresa un discurso intemporal que conlleva implícitamente a la bifurcación del paradigma social actual, relacionándolo con semillas de conocimiento y esperanza provenientes de un pasado, cuando todo lo que tenía vida se concebía conscientemente conectado, y la función artística planteaba un ejercicio espiritual.

La acelerada destrucción del planeta permite determinar a Costa Rica como un «pequeño acre» donde la coexistencia con la naturaleza presenta una imagen con una tonalidad armónica, pero que a su vez contiene grandes flagelos, por ejemplo, dinámicas de consumo excesivo, o bien, el asesinato de lideres indígenas que ha desembocado en una amenaza constante por la defensa de sus territorios.

En cuanto la tecnología y la ciencia que se dispersa en un mundo globalizado, nos coloca en una coyuntura generacional que suscita el punto de inflexión más grande en la historia humana, donde se logra llegar al espacio y alcanzar la inteligencia artificial, a la vez que se desarrollan bombas atómicas. Los pueblos obtienen una interconexión digital y acceso ilimitado a la información en todos los ámbitos, mientras el sistema exige convulsivamente la producción de mercancías, suscitando una desmesurada fascinación por el consumo y la sobreexplotación. De tal forma que ciertos patrones ancestrales de vida se vuelven más que en una perspectiva artística, en una necesidad. El equilibrio y respeto por el entorno natural vuelve a ser el único camino coherente hacia la conservación de nuestra especie.

Si bien en los últimos siglos el arte moderno latinoamericano, partiendo de las técnicas y formatos europeos, logró generar nuevos matices con base en sus propios contextos, es en el arte contemporáneo donde se ha venido a potenciar este trayecto, despejando un escenario en el cual los contenidos se expresan con múltiples recursos y las temáticas experimentan nuevos lenguajes, posibilitando la articulación de diversas corrientes en una sola obra, valiéndose de todo lo que el entorno proporciona.

En este sentido, distanciándonos del debate en que los críticos transitan sobre la relatividad del arte y la supresión total o parcial de la técnica en la construcción de una idea. Donde solo el tiempo disolverá la disyuntiva, encontramos que hay en esta fase, una revolución en las expresiones contemporáneas mesoamericanas vinculadas a la inclusión de elementos de su propia naturaleza, se abre una amplia dimensión donde se hacen palpables sus objetos, tradiciones, transformaciones y contradicciones sociales.

Si se pudiera homogeneizar el inicio en que los artistas centroamericanos empezaron a acercarse y ensayar esta tendencia contemporánea a través de exposiciones, foros, talleres, críticas, etc., nos situaríamos en los 90, aunque hay particularidades en la gestación y desarrollo de esta en cada país. Dicha propensión conformó una búsqueda diversa hacia el abordaje de una sociedad compleja. Fue en esta coyuntura donde empezó a germinar, por parte de algunos creadores, un arte imbuido en una simbología originaria, permitiendo que paulatinamente los vestigios de una cultura que quedó rezagada y se transformó tras el encuentro de dos mundos, vuelva a medrar y encuentre nuevas bases para conjugarse con los cambios que la historia ha experimentado.

Lo que resultaría como una marcada dirección de lucha, reivindicación, y reinterpretación de un mundo silenciado, se convierte para algunos artistas en una orientación común. Los nuevos significados de elementos dispersos en la historia estimulan una perspectiva de una vida actual más consciente. Es en este giro, donde la naturaleza se muestra como parte de esta condición, como un instinto que percibe la consciencia del universo, creadora del agua, tejedora del destino, se abre una puerta donde el ser humano no la subyuga. Sin determinar un presente volviendo al pasado, sino como un pasado que ha sido descontinuado o intervenido, y vuelve hacia nuestros días.

Estás interrelaciones artísticas con el tiempo silenciado han generado, además, una revaloración en cuanto lo que implica el término «estética». El sociólogo y crítico mexicano Rolando Vásquez designa el vocablo aiesthesis para deslindarse de los cánones de la llamada estética moderna colonial. La aiesthesis comprende un nuevo contacto con el espacio-tiempo, ajustándose a las percepciones que tenían los pueblos indígenas hacia este. Además, retoma y distingue sus formas de sentir, vivir, de entender lo bello, lo sublime, de experimentar el mundo. La aiesthesis decolonial incorpora una interacción con una realidad distinta a la que contienen los principios de la estética moderna.

Con esta mirada hacia las raíces que alimentan y enlazan una sucesión cronológica, podríamos considerar que finalmente nos podemos acercar a un mundo que en realidad apenas sale a la luz en diversos ámbitos, donde los artistas son capaces de introducir los matices y composiciones dentro de un lenguaje que despeja nuestro propio registro histórico, y que, al tener consciencia de este, se amplía el espectro de conocimientos para que el encuentro de dos culturas sea complementario y no antagónico. Consolidando gradualmente la idiosincrasia del «indio» que ha sido enajenado, desprovisto de sus saberes, empobrecido y discriminado dentro de su propia sociedad.

Si bien el arte llega a nosotros para darle forma al pensamiento y a los acontecimientos intrínsecos del ser humano incluyendo espiritualidad, filosofía, esperanza, es aquí donde se empieza a dibujar una línea de intersección hacia lo que la cultura maya reconocería como cambio de era o parte de una nueva cronología. Donde el caos podría llegar a su máxima expresión o el renacer de la conciencia se encargaría de mostrarnos otra realidad.

Notas

Barreras, Contreras M. (2016). Aiesthesis decolonial y los tiempos relacionales, entrevista a Rolando Vásquez. 2016.
Monterroso, S. (2015). Del arte político a la opción decolonial en el arte contemporáneo guatemalteco.
Quirós, L, F. (2023). Entrevista personal.