El día 6 de junio, lo que tenía que haber sido una presentación más de un libro en el Espai Margarita Xirgu de la Biblioteca RFJ de Castelldefels se transmutó en un espectáculo que perdurará en la memoria de los espectadores.

Se trataba de hablar de Cúmulos de plutonio, mi último poemario que me ha llevado a Hiroshima con el patrocinio del Ministerio de Cultura, para reencontrarme con la historia de la niña hibakhusa Sadako Sasaki, quien popularizó la ancestral leyenda japonesa de las mil grullas de origami.

Con ella, esas mil grullas se han transformado y renacido, pues ya no concederán un único deseo a quienes completen la cifra mágica, sino que cada una de ellas será un grito esperanzado por la paz del mundo y para que nunca vuelva otro Enola Gay.

Ese martes, como algo mágico, se unieron la danza, la pintura, la literatura y, sobre todo, la emoción, gracias a la creatividad y al sentir de la directora de Danzarte, Encarna Rodríguez.

Al día siguiente, ¡vuelta a la rutina!

Lúa me ha preguntado qué había hoy para comer, le he contestado que no lo sé. Pero en la cara de Kalita, que es mucho más callada que su hermana, me ha parecido observar un ligero mohín de contrariedad. Estamos en el autobús, en la famosa línea L97, que circula desde las estribaciones del Garraf, frontera entre Castelldefels y Sitges, hasta la Diagonal de Barcelona y que cada mediodía nos trae a la salida del colegio Josep Guinovart, para comer con su àvia que ya estará en los fogones, esperándonos. Guinovart fue un pintor y grabador reconocido internacionalmente y que vivió gran parte de su vida en esta ciudad. Falleció en 2007.

En las cercanías del colegio, está la cantera, ya abandonada en los años 60 del siglo pasado, de Ca n’Aimeric, que da nombre a la zona. La extracción ha configurado un paisaje de extraña belleza que actualmente se encuentra bastante degradado, ya que es usado como aparcamiento de camiones y depósito municipal.

En dicha cantera se descubrió en 2002 una cueva que ha aportado hallazgos importantes en materia paleontológica. Por ejemplo, en 2012, se encontró el esqueleto de una cría de elefante y, en 2015, dos esqueletos de rinocerontes jóvenes. Los investigadores creen que esta cueva del Garraf funcionó como una trampa natural para muchas especies de animales. Además, se han encontrado también restos líticos, de actividad humana.

Para acceder a esta cavidad es necesario la utilización de un andamio, a causa de la desfiguración que ha sufrido la zona por la extracción de piedra caliza.

Al llegar a casa, nos quitamos los zapatos, una costumbre que hemos adoptado de nuestra familia japonesa, las niñas se ponen surippas, se lavan las manos y se colocan las batas de estar por casa. Entonces, sigilosamente, se dirigen a la cocina a darle un susto a su àvia, que finge que no las ha oído llegar.

Tras el sobresalto, pregunta Lúa:

—¡Àvia! ¿Qué hay de comer?

Fideuá, carn de palito i uns gelats. Contesta María Ángeles.

—¡¡Bieeen!! Gritan alborozadas. Aplauden a la cocinera, saltan de alegría. L'àvia sonríe y vuelve a fingir que no se emociona.

Ocultas la risa,
penetras en el reino de las emociones.
El sol prende los fuegos de tu cocina;
tus dedos acarician el alma,
en forma de guiso.

Hasta principio de junio, las niñas, vuelven al colegio a las 15:00 para salir definitivamente a las 16:30 horas. Creo que este horario debe ser otro hecho diferencial de esta tierra, ya que la jornada continua en las escuelas públicas está instaurada desde hace tiempo en muchas comunidades de España.

Lúa y Kalita van contentas, mientras conduzco en silencio. A veces, inventan canciones y las cantan. Otras, sobre una melodía conocida, cambian la letra o improvisan una música y se van contestando con frases sin aparente orden ni concierto.

Tararean o emiten sonidos guturales. Me recuerdan cantos étnicos lejanos, no sabría decir de dónde, pero debe ser de alguna tribu del otro lado del mundo o de la imaginación ¿Son cantos difónicos, polifónicos o simples ruidos? Tal vez, sean todo eso o nada parecido:

Guay guay guay, superguay superguay superguay. Vamos vamos vamos, colegio colegio colegio, rata tá rata tá rata tá. Bun bun bun bun, ola ola ola ola, taca traca taca traca, tu tu ta tu tu, ta ta ta tu tu ta ta. Traca traca traca traca. ¡Ea ea ea ea!

A veces, por el trayecto, sintonizamos la emisora Els 40 clàssics y oímos:

Tú pusiste el pan
yo pongo el hot dog
sí viene tu amiga
le damo’ a las 2…

Entonces, me viene a la memoria otro ilustre letrista de mi época, Georgie Dann, que amenizó muchas reuniones en canciones de gran éxito, que eran totalmente prescindibles. Pero hoy en día, vemos con estupor cómo han surgido en el reggaetón letras vulgares, machistas e, incluso, que incitan a la violencia, con la aprobación de gran parte de la sociedad, tan intransigente en otras parcelas de la vida. Tiempos de confusión.

Con el tiempo, George, parece casi ingenuo. Decía en «El chiringuito»:

Yo tengo un chiringuito
A orilla de la playa
Lo tengo muy bonito
Y espero que tú vayas.
Las chicas en verano
No guisan ni cocinan
Se ponen como locas
Si prueban mi sardina.

¡Poesía en vena!

En aquellos tiempos, todavía la Academia Sueca no había tenido la idea de dar el Nobel de Literatura a un cantante.

Pienso que el dúo de las hermanas Meliani González es mucho mejor. ¡Dónde va a parar! Y es que el arte, es un pequeño milagro, decía Borges y puede brotar en cualquier lugar.

Por un segundo somos libres, mientras tomamos la curva de camino al colegio, ya sin tiempo. La tarde pasa al compás de risas limpias y palabras secretas.