Nació en Viena en julio de 1902. Falleció en septiembre de 1994 en Londres, Inglaterra. Fue maestro de escuela, profesor universitario, filósofo, politólogo, y filosofo de la ciencia. Siendo considerado en este último campo uno de los más eminentes filósofos del siglo XX. Sus padres eran acomodados y descendientes de judíos, aunque sus padres religiosamente eran luteranos, él se consideraba agnóstico. Su familia se había integrado a la sociedad en que vivía, él consideraba peligroso que los judíos se consideraran «el pueblo elegido», ya que los nazis y los marxistas podrían considerarse igual. El ascenso del nacionalsocialismo en Alemania y Austria lo obligó a emigrar a Nueva Zelanda y posteriormente al Reino Unido donde, después de la Segunda Guerra Mundial, ingresó como profesor de filosofía a la London School of Economics and Political Science.

Su carrera profesional se inició en ciencias como matemático, luego psicólogo y posteriormente cambió a la filosofía de la ciencia. Sin embargo, no estaba satisfecho con las limitaciones que le veía a este campo de la filosofía; por esa razón, en su tiempo, hizo una crítica de esta, debido a que creía que podría abarcar más campo y, sobre todo, porque estaba convencido de que ninguna actividad filosófica que se separe de la ciencia puede conducir a resultados válidos.

Durante su juventud en Viena en 1920, fue un marxista activo, pero posteriormente se convirtió en un socialdemócrata. Él había demostrado su fe en el socialismo de izquierda viviendo y trabajando como maestro en un barrio pobre ayudando a niños con deficiencias. Sin embargo, cuenta que la violencia empleada por los regímenes comunistas para imponer sus ideas, y la falta de derecho a disentir en ellas lo hizo apartarse de esta ideología.

Es considerado uno de los grandes filósofos científicos y sus conceptos de refutación de una teoría son aceptados por muchos. Según él, la crítica es el principal instrumento para avanzar en el conocimiento. Un enunciado que no puede ser refutado mediante la observación no puede ser puesto a prueba, por lo que en ningún caso podrá considerarse científico. Un ejemplo de esto sería la afirmación «Dios existe» que puede ser perfectamente cierta, pero a nadie se le ocurriría considerarla como una proposición científica. Él expone esta teoría en La lógica de la investigación científica; después de aplicarla a diversos campos científicos, la llevó a las ciencias sociales en La sociedad abierta y sus enemigos, publicada en 1945.

Popper aplicó aquí la validez de sus principios a la política y la sociología. Llegó a la conclusión de que nunca está justificada la imposición de un único punto de vista. En la sociedad moderna la manifestación más indeseable e insostenible es aquella regida por un poder centralizado y en la que toda disensión es rechazada y perseguida, poniendo como ejemplo a lo sucedido con el nazismo en Alemania y el comunismo en la Unión Soviética. Para él, las nefastas consecuencias a que ambas dieron lugar lograron el rechazo mundial en el caso de la Alemania nazi y, al final, del propio pueblo en la Unión Soviética. Él señaló, que en una sociedad que permita la crítica interna y la oposición (una sociedad abierta) será mucho más fácil resolver los problemas prácticos de toda índole que se presentan, ya que la libertad de pensar y actuar conlleva creatividad, de tal forma que en la sociedad abierta el progreso será mejor y mucho más rápido.

Popper consideraba que tanto en la política, como en la ciencia, se sustituyen sin cesar teorías ya establecidas por otras que en principio han de dar mejor resultado debido a que la sociedad se encuentra en perpetuo cambio, y a un ritmo vertiginoso. Por ello mismo, es inconcebible pretender crear y perpetuar una sociedad ideal. Sumido en un proceso de continuas transformaciones, el ser humano debe dedicarse a resolver los incesantes problemas que plantea esta situación. En primer lugar, la pobreza, la violencia, las amenazas a la paz mundial y además mejorar la educación y la medicina para toda la población. Reconocía, eso sí, que la perfección y la seguridad absoluta están fuera del alcance del ser humano. Aunque insistía que, si no está a nuestro alcance hacer feliz a la gente, al menos sí se puede intentar aliviar sus pesares y más insoportables limitaciones.

Se le considera uno de los promotores del realismo científico. Él explicaba esto así:

Yo existo. La realidad existe. Y (la realidad) es (para mí) inteligible y objetiva. La ciencia es una representación mental, objetiva e inteligible de la realidad. Se podría simplificar con el siguiente ejemplo: en el bosque, los árboles existen, crecen, envejecen y caen, aunque no haya testigos, y con independencia de un eventual observador. La ciencia es una construcción de universal. El conocimiento científico es un campo repleto de conjeturas, constantemente abierto a la revisión de sus postulados a la luz de la experiencia. La ciencia es tal vez la única actividad humana en la que los errores son criticados sistemáticamente y con el tiempo corregidos, por eso es posible el progreso.

La polémica que se dio en su tiempo entre empirismo y racionalismo, Popper la superó sosteniendo que las teorías anteceden a los hechos, pero que las teorías necesitan de la experiencia (refutaciones) para distinguir qué teorías son aptas y cuáles no. Sobre su falsacionismo que proponía en La lógica de la investigación científica, señalaba que el conocimiento científico no avanza confirmando nuevas leyes, sino descartando leyes que contradicen la anterior. Sobre su criterio de demarcación, él lo definía como la capacidad de una proposición de ser refutada o falseada. Solo se admitirán como proposiciones científicas aquellas para las que sea conceptualmente posible un experimento o una observación que la contradiga. Dentro de las admitidas como ciencia están la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica y no se aceptan como tales el psicoanálisis o el marxismo. Sin embargo, Popper posteriormente abandonó el simple falsacionismo como una lógica de la ciencia, puesto que se dio cuenta de que cualquier teoría lo suficientemente rica puede eludir su falsada.

Proponía una ciencia caracterizada por un método hipotético-deductivo y distinguible de la metafísica, gracias a su propia falsabilidad. Las teorías científicas no nacen por generalizaciones de observaciones repetidas, sino que son fruto de intuiciones repentinas, genialidades y arrebatos creadores; pueden ser concebidas incluso sin que intervenga para nada la experiencia. Para que nuestra hipótesis pueda considerarse científica, no metafísica, es preciso que nuestras deducciones nos lleven, en un momento dado, a proposiciones confrontables con la experiencia, es decir, susceptibles de ser refutadas.

Popper entiende por ciencia, el conjunto de proposiciones que han sido sometidas a severos controles y los han superado, es decir, que no han sido refutadas, aunque nadie nos asegura que no sean en el futuro falsables.

Entiende por una teoría metafísica, las que no tienen contenido empírico y por ello no pueden ser refutadas. Ejemplos de estas últimas son el marxismo y el psicoanálisis de Freud, doctrinas capaces de explicar todos los acontecimientos y de ser verificadas por cualquier experiencia, situándose así por encima de todo posible desmentido.

Popper no consideró por un tiempo la teoría de la evolución de Darwin por selección natural como una teoría científica. Sin embargo, con el tiempo se dio cuenta de que sí lo era, eso sí, completada con la herencia de Mendel.

Llegó a revisar una parte de su falsación en su Lógica de la investigación científica, cuando señaló que la refutación de una teoría científica ahora se realizaba a través de una confrontación tripolar, entre dos teorías rivales y la experiencia. Una teoría nunca es abandonada porque la experiencia la falsee, sino únicamente cuando se presenta otra teoría capaz de responder mejor al control experimental. La peculiaridad de una teoría científica no reside en su forma lógica particular, sino en su capacidad de haber sabido superar a todas las teorías rivales históricamente presentes.

Para Popper, la realidad existe de forma independiente a la mente humana, de ahí que nunca se llegue a conocer del todo. Se crean teorías que tratan de explicarla, teorías que duran mientras sirven. Sin embargo, de vez en cuando se demuestra que alguna de esas teorías es inadecuada y se sustituye por otra mejor.

Lo paradójico de eso que señala Popper, es que, aunque es cierto lo anterior, con muchas teorías desechadas se han llevado a cabo descubrimientos y avances en la ciencia. Para Newton el tiempo y el espacio eran dos cosas diferentes, para Einstein y su teoría de la relatividad, el tiempo y el espacio están íntimamente unidos. La gravedad de Newton fue sustituida por la atracción que Einstein mostró en la relatividad, y sin embargo con los conceptos de Newton pusimos una plataforma espacial y fuimos a la Luna. La realidad es que el conocimiento humano es una suma, y las teorías nuevas vienen muchas veces no a sustituir la vieja, sino a complementarla.

Notas

Geymonat, L. (1985). «Karl Popper». Historia de la Filosofía y de la Ciencia. Barcelona, España: Editorial Crítica. Cap. 14; 377-382.
Magee, B. (1999). «Popper, de la ciencia a la política». Historia de la Filosofía. Barcelona, España: Ediciones Blume. 220-224.
Popper, R. K. (1959). The Logic of Scientific Discovery. Nueva York. EE.UU.: Ed. Hutchinson & Co. Basic Book Inc.
Popper, R. K. (1958). «On the Status of Science an Methapysics». En: The Philosophy of Karl Popper. Oxford, Reino Unido: The Library of Living Philosophers Inc. 95-115.
Popper, R. K. (1962). The Open Society and its Enemies. Londres, Reino Unido: Ed. Roulledge and Kegan Paul.
Popper, R. K. (1963). Conjetures and Refutations. The Growth of Scientific Knowledge. Nueva York, EE.UU.: Basic Book.
Popper, R. K. (1992). In search of a better world. London, Reino Unido: Ed. Routledge, Champan and Hall, Inc.
Wikipedia. La enciclopedia libre. (2023). Karl Popper.