El liberalismo internacionalista construyó lógicas auto justificadas que permitieron una idealización de los procedimientos institucionalistas como únicos mecanismos efectivos frente al impulsus dominationis de los hegemones. Sin embargo, su verborrea conceptual deformó el entendimiento sobre la identidad, fragmentándola en Occidente; de hecho, el uso semántico de las palabras constructoras de idearios sutiles de control en todo espacio donde fueron aplicadas como verdades pragmáticas iniciales, periclitaron lentamente, ante el desgaste constante de las formalizaciones jurídicas del orden internacional liberal.

Los estados nacionales y los estados multiculturales devinieron en la formación de ciudadanos homogeneizados o fragmentados, como negación de la multiplicidad. De la cual, surgen las diferencias particulares de los otros, quienes niegan la homogeneización y la fragmentación, al actuar contra las maquinarias coercitivas del Estado centralista desde la defensa de principios que los agencian. Por lo que, es en la multiplicidad de las formas, de donde proviene la resistencia; es en la esencia antiautoritaria y realista donde reside una ética libertaria.

Así, para la construcción de una ética libertaria y realista, debemos plantear conceptualmente la palabra communitas, que proviene de munus: deber y don, por lo que la comunidad es con munus, lo que significa una praxis y no una sustancia, además de significar una obligación con el otro, es una priorización de los diferentes e implica un ser-en-común o ser-juntos. De ello que no haya la implicancia de una ganancia o suma, dado que solo hay pérdida y cesión para con el otro, lo que es apertura. El otro concepto es multiplicidad, en sentido deleuziano, como rizoma, como forma no arbórea, como movimiento incesante de posibilidades, de acciones y de seres que cambian constantemente, sin perder por ello, sus fundamentos y sus propósitos existenciales. Ello es contrario a las formas totales que impiden el movimiento, por lo que la multiplicidad es posibilidad anárquica y es posibilidad que se encuentra en la naturaleza porque no está regimentada por un designio global, sino siempre en devenir perpetuo en sentido heraclíteo.

A través del nexo entre multiplicidad y communitas podemos ir en negación teórica de cualquier moralismo e imaginario totalizante1. Debido a que, todos estamos impregnados de los otros, conformados por el resto de movimientos colectivos e individuales -inexistencia del libre albedrio-, construidos por nuestro entorno, y la impureza de la identidad que nos lleva a una des-afirmación de los esencialismos. Desde la des-afirmación identitaria, la búsqueda de nuevas posibilidades y la reinvención2 son características del humano –como sapiens de grandes curiosidades– que en este sentido incita a cuestionar los propósitos de la existencia y la vida, para pensarlas, frente a lo rutinario.

Sin embargo, para no caer en el nihilismo o el vacío de propósitos, reconocemos caracteres comunes entre nosotros, como: la alegría, el deseo, el amor, la angustia, el padecimiento, la enfermedad, la muerte corporal.

Y frente a la acción fragmentadora de lo colectivo, la multiplicidad es entendida como la oposición al Uno –que funda y es primero–; de hecho, los indígenas estudiados por Clastres pensaron lo uno desde lo múltiple, pensaron lo común desde lo diferente. Así, este pensamiento se convierte ético, solo por actuar en la acción colectiva múltiple de apertura y no como cierre uniformizante. Clastres nos dice: «El Mal es el Uno. El Bien es lo múltiple, es el dos, el uno y su otro a la vez, el dos que designa verídicamente a los seres completos» (Clastres, 1978: 153). Este carácter múltiple rechaza el partido, la elite3, la vanguardia, los ídolos y mesías políticos.

Si el Uno es el mal frente a lo múltiple, entonces la ética puede ser comprendida como apertura constante que se expande a todo ser, no solo al humano. Nos cuenta en una anécdota Emmanuel Levinas sobre el reconocimiento de la humanidad por el otro, cuando él estaba confinado a un campo de concentración:

Y entonces, cerca de la mitad del camino durante nuestro largo cautiverio, por unas pocas breves semanas, antes de que los centinelas lo ahuyentaran, un perro vagabundo entro en nuestras vidas. Un día el vino para conocer a esta plebe mientras que retornábamos bajo guardia del trabajo. El sobrevivió en algún pedazo de terreno salvaje en la región del campo. Pero le llamamos Bobby, un exótico nombre, igual que uno hace con un apreciado perro. El aparecería en la reunión de la mañana y estaba esperando por nosotros hasta que retornábamos, saltando de arriba abajo y ladrando con deleite. Para él, no había duda de que nosotros éramos hombres.

(Levinas, 1997: 153)

El reconocimiento de humanidad que estaba siendo arrebatado por los nazis, les fue devuelto por otro totalmente distinto, un perro. En este planteamiento, la hospitalidad y reconocimiento, se hacen desde la diferencia. La hospitalidad que está inmersa dentro del communitas, es un desapego del Yo, y esto es contrario a cualquier acercamiento por ventaja/ganancia. El otro es distinto, es diferente, y se lo acepta desde su diferencia, nunca desde la intención de apropiación, fagocitación, disolución, o acomodación a nuestros parámetros.

No se trata de repetir la lógica dualista que hace –erróneamente– Zizek (2008), desde un marxismo anacrónico al multiculturalismo4. De lo que se trata, es de establecer un equilibrio entre la multiplicidad cambiante, siempre en progresión y el communitas que preserva valores, principios y fundamentos de una identidad colectiva que evita la fragmentación de la multiplicidad hacia el vacío.

Por lo que, la incomprensión de las sociedades periféricas, no-occidentalizadas, ha derivado en una intencionalidad política de identidades esclerotizadas, autoritarias y contrarias a una ética de hombres libres5, la que plantean una sociedad contra-poder y sin-dominación. Esto desde un communitas universal equilibrado junto a la multiplicidad deleuziana. Tzvetan Todorov nos plantea lo siguiente: «Lo universal es el horizonte de armonía entre dos particulares; quizá jamás se llegue a él, pero sigue existiendo la necesidad de postularlo, para hacer inteligibles los particulares existentes» (Todorov, 2005: 32).

Cuando lo plantea, lo hace de forma muy cercana al planteamiento del dos como múltiple y bueno, frente al Uno que es la generalización de lo universal a partir de un particular individualista. Sigue siendo la lucha entre lo Uno codificado, instituido y aplicado, frente a lo Múltiple ocultado, tergiversado y negado. Para los pueblos, la potencialidad y la posibilidad son un hecho constitutivo de su existencia (Agamben, 2007), por lo que la multiplicidad existe como un accionar que afronta la segmentación provocada por el Uno.

Clastres se pregunta:

¿Qué será, pues de las sociedades no divididas, de las sociedades sin tirano, de las sociedades primitivas? Al dejar desarrollar su ser-para-la-libertad, no pueden sobrevivir sino en libre ejercicio de las relaciones francas entre iguales. Cualquier relación de otra naturaleza es por esencia imposible, por ser fatal para la sociedad. La Igualdad no requiere más que la amistad, y no se siente amistad más que en la igualdad.

(Ferrer, 1998)

Tanto la amistad como el amor niegan la apropiación, solo si es que las pensamos como amistad perfecta y amor ágape. La amistad perfecta asume al otro como lo es en sí mismo, sin intención de utilidad; y el amor ágape como desapego y desapropiación. Si es evidente que, la humanidad ha ido a la expansión, apropiación, subsunción, incorporación, dominación, posesión, modificación y control de todos los otros. Entonces pensar el amor, la amistad, la comunidad, la ética en términos de pérdida y cesión, parece una contra-lógica esperanzadora. Deja de ser una política compatible con la política de engranajes que utiliza el ideario político internacional de naciones, sino una aproximación ética, que no niega el realismo, sino que lo potencia desde la lectura de lo múltiple y lo común.

Es así, que a partir de la multiplicidad sumada a un proyecto de communitas como praxis, empezamos a plantear una racionalización de los procederes que en su praxis poseen una intención ético-libertaria que tiende a profundizarse respecto de un todo holista que considera al humano como una especie animal más, y dependiente de todos los otros.

A partir de aquí podemos diferenciar claramente lo que podría entenderse por una praxis ética libertaria y realista. Los leviatanes se erigen como los unos globales (e.g., China, Estados Unidos, Rusia) para reordenar y reconfigurar la política internacional, siempre desde un falso sentido discursivo que ataca al viejo orden, asumiéndose como la única esperanza y el único cambio posible. Toda esa ejecución política es errónea desde sus inicios teleológicos, desde su raíz; pero en la inutilidad de la política internacional decantada en absolutos y relativizaciones, podemos empezar a pensar lo colectivo en lo local y pensar la diferencia del otro desde la comprensión de elementos que nos interiorizan con los seres –no solo humanos–. Y a partir de esta asimilación de lo común, de la desapropiación y de la no-utilidad, poder pensar la relación libertaria y realista en un sentido más radical y desbordante, construyendo un ethos para la política internacionalista.

Notas

1 Daniel Colson nos habla de la Totalidad como: «La abortada apertura de los seres a la totalidad de lo real se transforma entonces en poder y en dominación, en ideomanía y en totalitarismo, en voluntad de poseer y de dominar el mundo» Daniel Colson, Pequeño Léxico filosófico del Anarquismo, Ediciones Nueva Visión, 2003, pág. 259.
2 La reinvención es contraria a la Identidad=Idem, lo que no cambia.
3 Toda elite pretende una verdad, sea utilitaria o definitiva. En este sentido la elite tiende a una versión de los mejores y ello termina afirmando una verdad maniquea que niega las demás posibilidades de ser, porque afirma el Uno. Es una constitución de la inmmunitas que se cierra a los distintos y afirma lazos basados en la historia oficial, en el grado de cultura, en características biológicas superficiales, o en aspectos de clase económica que se mistifican bajo identidades absolutas y funcionales a una seguridad interna del Yo, lo que construye las resistencias futuras a su modelo desde lo excluido y periférico.
4 Para Zizek, lo único relevante es la economía política desde la lectura marxista; las luchas ecologistas, de género o indígenas tienen «algo de falso» y son parte del plan del multiculturalismo, en este sentido Zizek no plantea nada nuevo, solo una vuelta a las viejas y erróneas propuestas partidocratas leninistas y una vuelta a la política dura cercana al estalinismo. Véase principalmente, Slavoj Zizek, En Defensa de la Intolerancia, Sequitur, 2008.
5 La ética libertaria no es una permisividad ante las prácticas culturales violentas (e.g., ablación). Dado que la ética cuestiona radicalmente el ¿porqué de las acciones? Así, los libertarios apuntamos al cuestionamiento de todo proceder, y mientras que el individuo no puede ser violentado, las ideas pueden y deben ser confrontadas.

Bibliografía

Agamben, G. (2007). The Coming Community. University of Minnesota Press.
Bennett, D. (ed.), (2001). Multicultural states. Rethinking difference and identity. Routledge.
Clastres, P. (1978). La sociedad contra el Estado. Monte Avila Editores, C.A.
Clastres, P. (1981). Investigaciones en antropología política. Gedisa.
Colson, D. (2003). Pequeño Léxico filosófico del Anarquismo. Ediciones Nueva Visión.
D'Auria, A. A. (2014). El hombre, dios y el estado. Contribución en torno a la cuestión de la teología-política. Libros de Anarres.
Ferrer, C. (Comp.). (1998). El Lenguaje Libertario. Altamira Editorial.
Geertz, C. (1996). Los usos de la diversidad. Ediciones Paidós.
Kymlicka, W. (2003). Multicultural citizenship. A liberal theory of minority rights. Oxford University Press.
Levinas, E. (1997). Difficult freedom. Essays on Judaism. The Johns Hopkins University Press.
Mumford, L. (1969). El mito de la máquina. Emecé Editores.
Todorov, T. (2005). Nosotros y los otros. Reflexión sobre la diversidad humana. Siglo XXI Editores.
Zizek, S. (2008). En defensa de la intolerancia. Ediciones Sequitur.