¿Caminar solos o acompañados? Eso nos planteamos todos en algún momento. Si lo pensamos unos minutos, llegaremos a la conclusión de que hay una condición antes de elegir: queremos amar aquello que nos rodea, sentirnos siempre en buena sintonía, desenvolviéndonos de una forma en la que disfrutemos de lo que nos une con los demás.

Desde que nace, el ser humano necesita satisfacer algunos aspectos clave como las necesidades fisiológicas, las de seguridad, amor y pertenencia, de estima y de autorrealización.

Muchas de estas necesidades son más fáciles de cubrir con la colaboración de los demás, el ejemplo más claro está en la vida animal.

El sentimiento de pertenencia es algo natural, venimos de unos padres que son nuestros referentes, lo más inmediato como agrupación es la familia y poco a poco vamos eligiendo otros grupos con los que sentirnos cómodos o afines.

Al ser parte y unidad, mantenemos el equilibrio entre nuestras relaciones sociales y nuestra autorrealización personal.

Formar parte de una comunidad es positivo, pero no hay que caer nunca en extremos.

Yo me haría la siguiente pregunta: ¿Se trata solo de emular aquello a lo que queremos parecernos o realmente lo somos?

Querer que nos acepten, que nos incluyan y nos consideren uno más, nos hace a veces forzar un poco nuestra personalidad ante los demás. Ser amable y respetuoso no está reñido con tener diferente opinión. La condescendencia puede limitar la amplitud de miras. Coincidir nos une y crea vínculos, pero escuchar otras perspectivas puede ayudarnos a crecer y evolucionar.

Nos gusta agradar a los demás, pero hay que dejar la vanidad a un lado y apartar de nosotros todos esos velos que nos ponemos para encajar, solo así nos encontraremos con lo que realmente somos.

Ser uno mismo, nos permite expandir nuestro núcleo, nuestra esencia.

Respetar la opinión de los demás es el principio para tener paz personal, lo absoluto no siempre es apropiado, la gama de colores es amplia. La naturaleza es ambigüedad en todo su potencial.

Si te identificas con la totalidad de lo que marca un colectivo, por ejemplo, puedes caer bajo una autoridad a la que cedes completamente, podrías incluso, convertirte en un simple sirviente. Vale la pena revisar siempre nuestros verdaderos pensamientos, porque incluso, si en algún momento han sido rotundos, puede que ahora la duda deje entrar la luz hacia nuevas ideas y opciones.

A veces idealizamos el lugar que ocupan otros, incluso podemos pensar que somos merecedores de lo mismo y esto podría ser así, pero cada uno tiene su camino.

Estar en medio, no elegir, puede parecernos absurdo y hacernos pensar que debemos inclinarnos hacia algún lado, pero el no estar anclado, no solo nos permite movernos hacia lo nuevo, sino que podemos, incluso, crearlo.

Es cierto que encontramos en los demás espejos en los que mirarnos. Nos conocemos por medio de otros, pero no suele ser al completo. Podremos admirar una o varias cualidades en una persona, pero seguramente la estaremos idealizando si creemos que lo encontraremos todo.

Es nuestro amor el que nos lleva a delatarnos, a abrazar lo que en otros reconocemos como nuestro. Admirar a otras personas, nos incita a actuar por igual. Es por eso que lo mismo que damos es lo que merecemos.

Por el contrario, lo ideal es corregir aquello que detestamos. Es así como aprendemos a relacionarnos.

El núcleo siempre será aquello que envolvemos, nos unimos cuando creemos en lo mismo. Lo protegeremos ante aquello que creemos opuesto por miedo a la anulación o destrucción. A veces ponemos barreras ante nosotros como si fuera un muro de contención.

Al ser humano le hace feliz construir, crear, dignificar su actividad personal y nada mejor que hacerlo en colectividad con la apreciación de los demás.

Desde niños estamos orientados a encontrar nuestro propio valor en grupo, de esta manera desarrollamos el sentido de pertenencia. La comparación de las características del propio grupo con otros grupos es una fuente directa para la formación de la identidad personal.

Podríamos decir que los valores que contribuyen al sentido de pertenencia de una persona son: afecto, apoyo, placer, comprensión, conocimiento, reconocimiento e inspiración.

Caminamos de la mano de un todo, estamos aquí para experimentar al relacionarnos. El plano individual se siente solo en la mente, debemos saber que somos mucho más que eso. Entender que formamos parte de algo mucho más grande nos dará confianza y seguridad para vivir feliz y en paz.