Reflexiono mucho sobre el perdón. Encuentro curioso, no sin sentido, que alguien como yo guste en reflexionar sobre el perdón.

¿Por qué? Volvía hace poco a esa lección (121) del libro Un Curso de Milagros, que lleva por título «El perdón es la llave de la felicidad». Entre otras afirmaciones nos dice que:

La mente que no perdona vive atemorizada, y no le da margen al amor para ser lo que es ni para que pueda desplegar sus alas en paz y remontarse por encima de la confusión del mundo. La mente que no perdona está triste, sin esperanzas de poder hallar alivio o liberarse del dolor. Sufre y mora en la aflicción, mero¬deando en las tinieblas sin poder ver nada, convencida, no obs¬tante, de que el peligro la acecha allí.

Está claro que perdonar es ser generoso y la generosidad mejora la salud física y el bienestar mental. Todo resentimiento, por contra, es un estado que nos va carcomiendo por dentro y que una y otra vez tiende a buscar en la imaginación la forma de dañar al otro

Hay tres tipos de perdón. El perdón que se ofrece a quién nos ha hecho daño, el perdón que se pide cuando reconocemos haber hecho daño o el perdón a uno mismo.

De todos ellos creo que el más difícil es el perdón que se aplica a uno mismo.

Cada uno de nosotros, a lo largo de nuestra vida, hemos herido o hecho daño a otros; algunos de manera consciente y otros inconscientemente. A todos, de seguro, también en algún momento de nuestra vida nos han dañado, un daño que hemos pensado irreparable.

Perdonar no es un deber, pero el hecho en sí existe. Es un ejercicio de humildad frente al otro.

Pedir perdón requiere un sentimiento de culpa, de vergüenza, de humildad y humillación frente al otro pero que, para que sea auténtico ha de ser posterior al perdón personal que, sin duda, es el más complicado de todos.

Perdonarse uno mismo no es nada fácil. Errar es humano. ¿Quién no ha cometido errores? Pero al igual que hay que aprender a perdonar, también hay que aprender a perdonarse.

Nuestras malas decisiones, esas que nos llevan a cometer errores, se van acumulando como puntos negros en el interior de nuestra alma, generándonos un peso difícil de soltar.

No es fácil responsabilizarnos de nuestras acciones o decisiones. Mucho más difícil es reconocer nuestros errores. A veces esas decisiones conllevan daños a terceros y esos daños son lo que más pueden cargar tu camino.

Perdonarnos de verdad siempre implica un compromiso y necesidad de reparar.

Hay que asumir que se puede fallar. Vivimos en una sociedad exigente y nosotros mismos somos los más exigentes con nosotros. No admitimos el fallo, ni de los que nos rodean ni mucho menos de nosotros mismos. Y podemos fallar; podemos fallar a los demás y fallarnos nosotros. Debemos darnos la oportunidad de ser lo que somos, seres imperfectos.

Es muy complicado perdonarse, pero hacerlo nos libera y, por ende, nos permite pedir perdón a los demás y perdonar.

El perdón te ayudará a conocerte mejor, y sobre todo a ser

A perdonar solo se aprende en la vida cuando a nuestra vez hemos necesitado que nos perdonen mucho.

(Jacinto Benavente)

¿Hay algo que no te hayas perdonado todavía? Medítalo. No somos perfectos y, por lo tanto, cometemos tantos errores como pueden cometer los demás. La compasión, la comprensión que en un momento dado entregas al resto la mereces en igual medida tú. Es la única manera de encontrar positividad y libertad para así poder vivir en paz.

Tomate el tiempo que creas necesario.

Si no somos capaces de perdonar terminaremos con problemas de ansiedad depresiones o frustraciones varias.

Existe una forma de perdonar es a través del modelo de perdón REACH de Worthington (2001). Este modelo se basa en cinco pasos cuyas iniciales forman la palabra reach, término inglés que, además de «alcanzar», también puede significar «culminar», «pasar».

  • R: recordemos el daño y las emociones experimentadas. Ponle nombre a esa emoción. Reconoce y acepta que has sufrido, que no somos inmunes y que somos humanos. Es muy importante el proceso de aceptación.

  • E: empatiza con quien te ha hecho daño o producido dolor. Entiende a la persona que te ha ofendido, trata de ponerte en su lugar, de pensar cómo hubieras reaccionado tú. Encuentra el motivo que ha podido llevarle a actuar así. No juzgues.

  • A: perdonar es un regalo hacia el otro y hacia ti mismo. El «altruismo» te hace sentir bien y libre. Recuerda las veces en las que te han perdonado a ti. Desarrolla la compasión.

  • C: compromiso para perdonar. Escribe una carta, una nota. Te ayudará.

  • H: hold, busca anclajes que te protejan para no ser dañado otra vez. Reconoce qué hay de nuestro comportamiento que facilita la ofensa de otros.

El Dalái-Lama, nos dice: «si desarrollo sentimientos negativos hacia aquellos que me hacen sufrir, esto solo destruirá mi paz mental. Pero si perdono, mi mente volverá a estar en calma».