En plena Segunda Guerra Mundial, entre los años 1940 y 1943, la joven médico que se había graduado en la universidad de Turín en 1936 había tenido que refugiarse con algunos familiares, entre ellos su hermana gemela, en una zona campestre de Italia, cercana a Bolonia. Convertirse en médico le había costado mucho, en primer término, por la oposición de sus padres, quienes creían —como lo hacía la mayor parte de la población en ese entonces— que esa no era una profesión para mujeres. Primordialmente las jóvenes debían prepararse para ser buenas esposas y madres amorosas. Pero ella se impuso a toda costa y ellos tuvieron que aceptar su decisión. Culminó estudios brillantemente con un summa cum laude. Por otra parte, su apellido judío sefardita no ayudaba, ya que, durante sus estudios, el gobierno fascista de Benito Mussolini empezó su campaña contra los judíos. Pero aún así, salió adelante con sus propósitos de terminar sus estudios y luego fue invitada a trabajar con su profesor de histología, un reputado investigador de nombre Giuseppe Levi con quien, a pesar de la coincidencia de apellido, no tenía ningún parentesco. De esta manera, entró a colaborar en su alma mater de Turín, en el área que más le gustaba: la investigación básica en neurología, además de entrenarse en ese campo, así como en el de la psiquiatría.

Pero ese periodo de aparente tranquilidad, que duró apenas muy pocos años, terminó cuando «Il Duce» endureció su política antisemita al publicar el Manifesto per la difesa della Razza, en el que se prohibía a los judíos acceder a cargos académicos y profesionales. Por ese tiempo, en Alemania, la situación era peor ya que miles de familias enteras de judíos estaban siendo llevadas a los campos de concentración, junto con opositores al régimen. En Italia, Mussolini quiso ponerse a tono con Hitler y así comenzó la persecución de los judíos.

La joven médico quiso en principio unirse a los grupos guerrilleros italianos que abundaban por la zona en que había buscado refugio, pero fue disuadida cuando le explicaron el peligro que corría su familia de ser exterminada, si la llegaban a tomar prisionera o si los alemanes se enteraban de que ella era una partisana. Años después recordaría cuando intentó luego por esa época cruzar la frontera con Suiza junto con su familia y, de no haberse devuelto a tiempo, hubiesen sido todos ellos detenidos y prontamente enviados a un campo de concentración.

Decidió entonces quedarse escondida en los alrededores de Florencia y abrió un pequeño consultorio para atender a la población local. Pero también siguiendo su vocación indetenible, en la misma habitación en que dormía, instaló un pequeño laboratorio para continuar —aún con los pocos recursos disponibles— las investigaciones neurológicas que había iniciado en Turín con el profesor Levi, sobre el desarrollo de embriones de pollo. Como a ambos se les prohibía publicar trabajos en revistas científicas italianas, se las arreglaron para que fuesen aceptadas en Bélgica. Al finalizar la segunda guerra mundial, María Levi Montalcini junto con su familia pudo regresar a Turín. Las potencias del Eje habían sido derrotadas y una nueva vida se iniciaba para la doctora quien, con tanto esfuerzo y vicisitudes, había logrado sobrevivir y seguir adelante con su carrera (Moses V. Chao; Biografía y vidas).

Datos personales

Vio la primera luz en Turín, un 29 de abril de 1909, siendo su padre Adamo Levi de profesión ingeniero eléctrico y su madre Adele Montalcini, una reconocida pintora quien siempre le proporcionó gran amor y apoyo en sus ideas de independencia, principalmente cuando decidió estudiar medicina. Fue la última junto con su hermana gemela Paola, quien seguiría los pasos de su madre en el mundo del arte. Tenía, además, otros dos hermanos mayores. Anna la primera en nacer siempre tuvo afición por la escritura. El hermano varón que le seguía estudió arquitectura y se convirtió en uno de los arquitectos más famosos de Italia. Falleció de un infarto al corazón en 1974, cuando era profesor en la universidad de Turín. Creció entonces en un ambiente de clase media, económicamente sano y muy culto. Recordaba el gran amor que le proporcionaron sus padres, así como el aprecio que ellos le daban a los esfuerzos culturales de sus hijos. Su institutriz, a quien mucho amaba, falleció justo un año antes de entrar a la universidad, a consecuencia de un cáncer gástrico y ese acontecimiento fue otro motor que le impulsó a seguir los estudios médicos. En ese momento, se juró que ni el matrimonio ni los hijos serían un obstáculo para alcanzar sus sueños. Y ese juramento lo cumplió fielmente a todo lo largo de su vida (Leonardo Palacios, et al).

En una Italia y Europa cruzadas por innumerables acontecimientos de importancia mundial se graduó de médico en 1936. Entre sus compañeros de clase tuvo a dos brillantes futuros médicos, que años después llegarían a obtener el premio Nobel de medicina, después de emigrar a Estados Unidos: Renato Dulbecco y Salvador Luria. Este último se haría famoso por sus estudios sobre los bacteriófagos y llegaría a dirigir el Centro de Investigación de Cáncer del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT). Dulbecco ganó el Nobel de medicina en 1973, junto con David Baltimore y Howard Temin, por descubrir el mecanismo con que actúan los virus tumorales. Como refiere Moses V. Chao, autor de una famosa entrevista que hizo a Rita Levi Montalcini, «las circunstancias y la suerte juegan un papel determinante en la carrera de un científico». Más adelante añadiría: «la precoz interacción entre estos tres célebres personajes presagiaba el futuro de sus carreras y las decisiones que tomarían en el curso de sus vidas».

El fascismo y el nazismo ya mostraban sus garras, pero el común de las gentes no podía adivinar en ese momento, la turbulencia y la destrucción que se desataría en los siguientes años. La carrera científica de Rita Levi Montalcini en su propio lar nativo, quedó tronca al poco de comenzar debido a las leyes antisemitas, que la expulsaban de la academia y le impedían acceder a puestos oficiales, siendo la prioridad para ella, así como para millones de otros europeos, la de sobrevivir. Pasada la tormenta y victoriosos los aliados, regresó a su hogar y recuperó el cargo de profesor en la universidad de Turín.

Por esas cosas de la vida, los dos trabajos que Rita publicó junto con su profesor de histología (que enseñó también a Luria y Dulbecco), fueron leídos por el famoso investigador norteamericano Viktor Hamburger en una revista belga, como se mencionó anteriormente, y estando sumamente interesado en su contenido, le escribió al profesor Guiseppe Levi para que invitara a su alumna a fin de que visitara su laboratorio en los Estados Unidos por unos seis meses. Hamburger, de origen alemán, había huido de los nazis en 1935 y ya tenía una gran experiencia pionera en la investigación de embriología experimental. Rita Levi Montalcini aceptó encantada la invitación y, en octubre de 1947, llegó a los Estados Unidos a realizar una corta pasantía que se prolongaría por treinta años (Mujeres notables. Biografías de mujeres extraordinarias).

Sus años de gloria

En la universidad Washington de San Luis encontraría el espacio ideal para continuar con sus líneas de investigación. A muy pocos años de llegar, Rita conoció en el mismo laboratorio al Dr. Stanley Cohen, quien había llegado en 1953, teniendo el mismo interés que ella en estudiar la biología celular y, sobre todo, el desarrollo embriológico. Para ese entonces, Rita Levi ya había descubierto un factor de crecimiento nervioso en algunos tumores de ratones, siendo indispensable para el crecimiento del sistema nervioso. Faltaba un experimento y ella lo hizo trasplantando células de los tumores de ratones a embriones de pollo, notando que de esa manera se lograba el desarrollo de los nervios. Rita intuyó desde un principio que lo liberado por el tumor no requería contacto físico directo, ya que por sí solo era capaz de desarrollar el tejido nervioso. Le llamó entonces «Factor de Crecimiento Nervioso» (NGF, siglas en inglés que quieren decir Nerve Grow Factor). Le tocó a Stanley Cohen aislar dicho factor de crecimiento y demostrar su naturaleza proteínica. Luego ambos también informaron sobre el potente efecto que tenía este factor en prevenir la muerte celular neuronal. Posteriormente, realizando experimentos muy interesantes, demostraron que en el veneno de serpientes se encontraba gran cantidad de NGF, por lo que las glándulas salivales de estos animales podrían ser una fuente muy rica de dicho factor para lograr su purificación (Moses V. Chao).

Con el paso del tiempo, el descubrimiento del NGF ha trascendido su importancia original, permitiendo que la neurociencia haya avanzado hasta el sitio en que se encuentra actualmente. Inclusive está contribuyendo en el tratamiento de varias enfermedades neurológicas, al conocerse que el NGF posee «efectos neuro protectores e inhibe la apoptosis de las células ganglionares de la retina en pacientes con glaucoma». En igual sentido, otra investigación que se hizo con un grupo de investigadores externos determinó que el Factor de Crecimiento Nervioso Humano Recombinante (rhNGF) se posicionaba como una terapéutica esperanzadora para muchos procesos neurodegenerativos del sistema nervioso central y periférico, al igual que para otras enfermedades inmunitarias. Al estar en conocimiento de que este factor circula por cualquier órgano o tejido, se le asigna un rol muy importante en el proceso de homeostasis, lo que significa que tiene que tomarse muy en cuenta con lo que significa el estudio de la neuroinmunoendocrinología (Leopoldo Palacios, et al).

Varias décadas después del descubrimiento del NGF se hace cada vez más evidente la importancia de ese hecho. En los adultos, estos factores (ya que son numerosos los descritos hasta ahora) tienen la habilidad de convertir nuevas experiencias en conexiones cerebrales cada vez más poderosas que median en la memoria, el aprendizaje y la regeneración de los nervios. Por otra parte, estos factores tróficos pueden colaborar en la prevención de enfermedades como el Alzheimer, Huntington, la depresión y la ansiedad (Moses V. Chao).

Sus grandes aportes científicos fueron tempranamente reconocidos por su universidad y, en1958, fue nombrada profesora titular y su propio país, en 1962, la designó directora del Centro de Investigación Neurobiológica en Roma, y después, también coordinó el laboratorio de biología celular. Así, a partir de esos cargos, dividió su tiempo de trabajo entre San Luis y la capital italiana, ya nunca olvidó su patria natal. Siempre infatigable, al surgir nuevas aplicaciones prácticas de sus descubrimientos, en el 2002 fundó el Instituto Europeo de Investigaciones sobre el Cerebro, de gran prestigio internacional, el cual dirigió desde la misma Roma.

Reconocimientos

El principal de todos los numerosos reconocimientos que recibió fue el premio Nobel de medicina que se le otorgó en 1986, junto a su gran y eficiente compañero, el Dr. Stanley Cohen. A partir de 1968 había sido designada miembro de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos (décima mujer en conseguirlo). En 1983 recibió junto a S. Cohen y V. Hamburger, el premio Louisa Gross Horwitz en biología y bioquímica de la Universidad de Columbia. En 1987 se le otorgó la Medalla Nacional de la Ciencia, que constituye el máximo reconocimiento de la comunidad científica norteamericana. En el 2000 fue designada senadora vitalicia por el presidente italiano y doce años después, embajadora de buena voluntad de la FAO, por su gran apoyo a las mujeres y niñas africanas para estudiar (Ada Margarita del Valle García). Además, en el 2008, recibió la orden de la Legión de Honor del gobierno francés. Por supuesto, ha recibido innumerables reconocimientos por muchas de las principales universidades del mundo.

Su final

A la avanzada edad de 103 años, el 30 de diciembre del 2012, con plena lucidez, moría esta insigne mujer, siempre dispuesta a investigar, aprender y enseñar. Fiel a su juramento, nunca se casó ni tuvo hijos para que no entorpecieran la labor que desde muy joven se propuso. Fue una autora muy prolífica ya que escribió numerosos artículos y varios libros. Los más conocidos son: Éloge de l'imperfection (1988), Atrévete a saber, Las pioneras que cambiaron la sociedad y la ciencia, El as en la manga, Eva era africana. Entre sus publicaciones científicas destacan NGF: apertura di una nuova frontiera nella neurobiología (1989) y Il tuo futuro (1994).

Entre sus frases más conocidas están:

Mi cerebro pronto tendrá un siglo, pero no conoce la senilidad, el cuerpo se me arruga, pero no el cerebro.

Gozamos de gran plasticidad neuronal, aunque mueran neuronas, las restantes se reorganizan para mantener las mismas funciones, pero conviene estimularlas, manteniendo el cerebro activo.

Hay muchos judíos científicos e intelectuales, porque la exclusión fomenta los trabajos intelectivos, pueden prohibírtelo todo, pero no que pienses.

Entré en la jungla del sistema nervioso y quedé tan fascinada por su belleza que le dediqué todo mi tiempo, mi vida.

Lo mejor de mi vida es lo que he ayudado a los demás.

Notas

Biografía y vidas. Rita Levi Montalcini.
Chao, M. V. A conversation with Rita Levi Montalcini.
Del Valle García, A. M. Rita Levi Montalcini. Neuróloga premio Nobel de medicina 1986.
Mujeres notables. Biografías de mujeres extraordinarias. Rita Levi Montalcini.
Palacios Sánchez, L., Palacios Espinosa, X. y Botero Meneses, J. S. Vida y obra de Rita Levi-Montalcini, Nobel de medicina, 30 años después.
Revista Método. Rita Levi Montalcini. Mujer científica y judía.