El verano está aquí. Ponerse en forma se convierte en un objetivo peliagudo de conseguir. Encara la recta final, 90 días para ponerse en forma. Un hombre o una mujer diez. Pero, ¿qué es un hombre o una mujer diez?

Horas y horas en el gimnasio: desde taichí, pilates, balance hasta ejercicios más aeróbicos como step, estilos latinos, ciclo indoor y el temible spinning... Tonificación para la eterna flacidez, unos músculos marcados (el valor de la masa muscular), dietas interminables, alimentación sana y equilibrada, sesiones de belleza, cremas anticelulíticas y, ¿cómo olvidar el quirófano? Años de excesos que en pocas horas se difuminan. La motivación es el motor: planificar la cesta de la compra, un test personal, un entrenador personal y muy buenos propósitos.

Pero esto no siempre puede ser fácil, desde los platos precocinados donde la falta de tiempo de la sociedad en que vivimos hace que hayan pasado a la historia aquellas horas que nuestras madres y abuelas pasaban en la cocina preparando recetas tan suculentas como deliciosas y sanas hasta los malos hábitos, las prisas, la celulitis, el efecto yoyó, el estrés, el insomnio y la edad.

Sin olvidar el placer de la mesa en platos tan diversos como peligrosos como son la charcutería, por otro lado tan sabrosa en una cultura tan amplía de embutidos como es la de España. Las salsas, como acompañamiento para todo tipo de pastas, carnes y pescados y que por sus características se convierten en comidas altas en grasas. Helados y sorbetes, alimentos ricos en grasas y azúcares y sin ningún nutriente añadido. Los refrescos con productos químicos inherentes en su composición. La temida fructosa industrial o bollería industrial que en el peor de los casos acelera la hipertrofía del tejido adiposo, un medio muy eficaz para convertirse en un obeso en tiempo récord. Las golosinas una tentación y un placer atractivo para nuestro cerebro: bombones, piruletas, caramelos, barritas azucaradas y gominolas. Dulces y pasteles, galletas o croissants, una auténtica bomba de relojería, una copa esporádica... todo ello, bajo la forma de un pecado capital: la gula.

Placeres que no solo afectan a la estética sino también a la salud. Pero, ¿cómo olvidar esas tardes de verano con un calor abrasador sentados en una terraza tomando un refrescante helado? O una barbacoa repleta de charcutería y un delicioso refresco o copa de alcohol. Y esos dulces que se deleitan en cumpleaños donde por un día se olvidan esas interminables dietas. O las tapitas tan típicas de España en la mejor compañía. Irremediablemente, la cuenta atrás está aquí. Pero ¿estamos preparados para encararla?