Creo que era conveniente apartarnos del coronavirus por unos minutos y no escribir del tema que tiene al país del revés hace semanas.

Recuerdo con simpatía la entrevista que se hizo en el excelente programa que es La Resistencia a Miquel Montoro, un youtuber mallorquín de 13 años que se hizo famoso por sus historias en su pueblo mallorquín. Montoro en un chico carismático, simpático y vivaracho que es también muy expresivo y natural.

De hecho, el joven se expresa en balear de manera habitual y tiene un fuerte acento de las zonas rurales de las islas, que es muy parecido al de las zonas rurales de ciertas zonas de Cataluña, y con su carácter bonachón e inocente encandiló a muchos de los que vieron la entrevista.

Pero no a todos. Su fuerte acento fue muy criticado por los defensores del castellano, ya que afirmaban que su dominio de la lengua no era lo suficientemente bueno. En varios sectores conservadores se vertieron hirientes insultos hacia un niño de 13 años que ha tenido problemas de bullying en su colegio. Se atacó también su físico, por estar «regordete», que es otro de los motivos por los que sufrió abusos en su colegio.

Para ofrecer ejemplos de los vídeos e historias que el joven comparte, una de las más famosas fue la reacción a un plato de albóndigas caseras que su madre le preparaba; viéndolas con alegría y exclamando un jovial «hostia, pilotes, ¡me encantan!». Y la gran mayoría de los vídeos que cuelga tratan de su realidad en el rural balear, de su vida, de cómo hacer ciertas cosas y de cómo ve él la vida, con la inocencia y la jovialidad de un crío que vive con su familia y va al colegio en un pueblecito.

España tiene muchos problemas culturales y ese afán cainita de despedazar al que destaca por ser diferente o, simplemente, al que destaca, es uno de los cánceres más arraigados y más difíciles de sacar, si es que se puede. Otro es la envidia, probablemente muy relacionada con el primero.

Yo soy el primero que no sigo a youtubers ni instagramers y que no creo que todo lo que traigan las redes sociales sea positivo, pero no concibo cómo atacar al que es diferente o al que piensa diferente va a ayudarme. Una buena ventaja que tienen esas redes es que, si no te gusta algo, puedes elegir no verlo, hay un sinfín de posibilidades para poder disfrutar. No veo razón en obsesionarse con lo que se odia y tratar de despedazarlo. Sea lo que sea o quien sea.

Los ataques a Miquel Montoro muestran la bajeza moral de muchos hoy día, criticando a un niño de 13 años por su acento, un acento perfectamente normal en su zona, que es un ataque también a la pluralidad y a los regionalismos. Pero Miquel ha seguido desde entonces colgando vídeos con su genuina boina y sus inusualmente vastos conocimientos del mundo rural, y tiene un montón de fans y de visualizaciones. Sigue siendo dicharachero y divertido. Y así debería seguir.