Todos quisiéramos vivir en un medioambiente incontaminado… Pero un medioambiente así, resultaría incompatible con la vida misma. Vivir es un juego de suma cero: unas veces somos cazadores y otras presas: C'est la vie.

Los ecologistas siempre se han debatido entre radicales y ambientalistas de libre mercado. Hay unos que quisieran que ni respiráramos, y otros que ven en el medio ambiente y los recursos naturales una fuente de riqueza que hay que aprovechar, pase lo que pase.

«Todo extremo es vicioso», nos enseña la experiencia… «Ni tan tan, ni muy muy», dice el refrán. Tienen razón ambos dichos.

En los últimos años, parece que la balanza ambiental se carga del lado de los radicales. Su discurso nos lleva a considerar cercano ya el fin del mundo, si seguimos como vamos.

En este escenario de Apocalypse Now, los países (entre ellos Colombia), han introducido en su legislación una figura jurídica llamada “Consulta Previa” dentro de la cual nadie puede emprender un proyecto minero o de infraestructura vial (dos de los más comunes) sin consentimiento de la comunidad cercana que va a afectar. Y más recientemente, los mismos mandatarios locales promueven consultas populares que preguntan a la gente si quiere o no que en su población se desarrolle tal o cual proyecto de infraestructura o minero.

No ha habido ninguna consulta donde la gente vote Sí. Todos votan No, halados por radicales capturados por el concepto extremo de intangibilidad del medio ambiente.

Una estadística del Ministerio del Interior de Colombia indica que las consultas previas se han elevado entre el 2011 y el 2016, a un promedio de 2.200 por año, cuando venían entre el 2003 y el 2010 de un promedio anual de 753, es decir, un 292%.

De seguir así, los proyectos de infraestructura, hidrocarburos, minería y energía en Colombia, y en todos aquellos países capturados por el radicalismo ambiental, serán muy dispendiosos y algunos imposibles.

Nadie está proponiendo que se permita una libre explotación de recursos naturales y del medio ambiente a discreción del mercado… Pero que tenemos que vivir de consumir recursos naturales y medio ambiente, es imperativo.

Hagamos que ese juego de suma cero tenga un punto de equilibrio racional, es decir, sin permitir que el asunto lo defina el pueblo por emoción o lo aproveche el mercado a discreción.