Es la obra genial de Jardiel Poncela. En ella, dos personajes singulares, Elías Pérez Seltz, alias Zambombo, y Lady Silvia Brums, aristocrática ninfómana, recorren el mundo paseando su amor. En su viaje encuentran gran cantidad de personajes disparatados y viven situaciones surrealistas.

Jardiel Poncela es un grandísimo escritor de novelas, y todavía más grande y fino humorista. «Dios nos está preparando — escribe en su novela — para una tierra diferente. Una tierra sin muerte, sin pecado, sin enfermedad, sin problemas... sin rupturas. Debiéramos reflexionar hacia dónde estamos caminando...».

La obra finaliza con la explicación del título de la obra. Según Enrique Jardiel Poncela todas las palabras importantes se escriben con «h» como hijo, honra, heroico, hambre, hombre, y como el amor se escribe sin hache es porque no es importante. Pero si el amor no lo es, ¿tampoco lo será la política?

En Costa Rica nos hemos escandalizado al leer que el presidente no sabe que amor se escribe sin hache. Ha escrito «servicios profecionales» y esto ha causado una conmoción. La escuelas, colegios y universidades donde asistió han declarado luto nacional. Los padres que pagan miles de colones para ofrecer una educación privada y de excelencia, están haciendo sus merecidas demandas. La Real Academia ha expulsado a su contraparte de Costa Rica. La Feria del Libro tiene su bandera a media asta. La falla es tan grave que la Dirección de Inteligencia hizo un examen en las cárceles y encontró que la mayoría de los reclusos también escribe «profecionales». De ahí que al hacer redadas, se exigirá a los sospechosos que redacten. Si cometen el mismo error, van para la cárcel.

Grandes genios no sabían tampoco de ortografía. Jane Austen, autora de la novela Orgullo y Prejuicio, contó con buenos editores que le arreglaran los errores garrafales. La escritora no podía escribir correctamente en inglés ni siquiera la palabra friendship (escribía freindship). George Washington, primer presidente norteamericano, escribía mal necessities. Winston Churchill se le considera uno de los grandes oradores de la historia, pero su ortografía era de un niño de una favela en Brasil. La famosa Agatha Christie admitió que «escribir y tener buena ortografía siempre fue terriblemente difícil para mí». Albert Einstein no podía con la ortografía en inglés. El genio admitió que esta era «traicionera» (pero, bueno, se le perdona porque el inglés era su segunda lengua). Hemingway tenía una gran dificultad con palabras como loving que la escribía como loveing y moving como moveing. Scott Fitzgerald cometía cientos de errores. Escribía, entre ellos, yatch en vez de yacht y apon en lugar de upon. Y ya sabemos que Donald Trump comete errores cuando tuitea. Hillary seguramente también pero ella destruye todos sus correos. Maduro escribe hidiota y Ortega a veces pone insesto.

¿Entonces por qué tanto alboroto porque nuestro presidente no sepa escribir? Lo que nos debe inquietar no es cómo escribe «profecionales» sino los varios recibos de miles de dólares por dar «asesorías» a la anterior campaña (¿de qué? ¿Qué méritos? ¿Qué hizo que los valiera?) que se le pagó de plata nuestra. Tenemos para esto, dos palabras con hache: «¡horror de los horrores!».