No siempre las palabras son manifestación de objetividad. Poseen una inevitable carga de la apreciación que tenga el sujeto que las diga o las escriba. Esta explicable parcialidad suele superase cuando se acude a la evaluación mediante los fríos números desprendidos de mediciones normadas por estadísticas calificadas o la acumulación de datos visibles e irrebatibles.

Por ejemplo, la insólita polémica que se crea al analizar la situación de Venezuela puede confundir a pocos inadvertidos. Por un lado, el Gobierno, con todo su gigante arsenal propagandístico, suele impresionar afirmando que es «el país maravilla con gente feliz y un futuro promisor». En cambio, la oposición — calculada sobre el 85 % — sufre sumida en la miseria y sin poder gritar su pavoroso y inexplicable sufrimiento…inexplicable porque es un territorio dotado de múltiples riquezas naturales y de un valioso recurso humano.

El único medio de irrefutable objetividad, donde no participa la sectaria pasión del fanatismo son los números o las gráficas de hechos sobrecogedores.

Veamos:

  • Los Organismos Internacionales de Salud detectan una situación de 35 porciento de desnutrición en niños menores de 5 años y 80 por ciento de muertes infantiles también ligados a desnutrición.

  • La deuda del país aumentó 8 veces en 20 años. Ingresos esfumados en los callejones de la corrupción.

  • Las Instituciones Educacionales no gubernamentales demuestran un 68 por ciento de deserción escolar.

  • Prolongadas fallas eléctricas en todo el país.

  • Sueldo promedio mensual equivalente a 3 o 4 dólares mensuales.

  • Más de 4.000.000 de venezolanos lanzados a otros países por necesidades elementales de supervivencia y mantención del grupo familiar que se queda en el país.

  • País petrolero, sin gasolina y sin gas.

  • Ciudades convertidas en basurales donde zamuros, ratas y otras alimañas compiten con la disminuída demografía humana.

  • Miles de hombres, mujeres y niños comiendo en depósitos callejeros de basuras.

  • Agricultura e industria colapsadas.

  • Comercio normal transformado en ejército de «bachaqueros» (vendedores de alimentos, repuestos y otras mercancías traídas de Colombia o sustraídas en los organismos de distribución).

  • Más de 400.000 personas con enfermedades crónicas sin tratamiento (OMS).

  • Hace 20 años Venezuela producía 3.350.000 barriles diarios de petróleo, proyectando llegar a los 5 millones en 2004…hoy a duras penas oscila entre 55.000 y 700.000 diarios, aclarando que la dramática disminución se debe a la falta de mantenimiento, despido arbitrario de los profesionales calificados y a la gigantesca corrupción, absolutamente verificada (hechos muy anteriores a las sanciones de EE.UU).

  • Colapso de servicios públicos (agua, luz, hospitales, bancos, transporte, teléfonos, internet, policía, gas,vialidad).

  • Control de territorio venezolano (fronteras) por grupos guerrilleros de Colombia.

  • Inflación descomunal con récord mundial.

  • Manifiesta pérdida de valores éticos y espirituales ante el cúmulo de necesidades originadas por la pobreza masiva, fenómeno ajeno a la solidaridad tradicional del pueblo venezolano.

  • Comprobada impericia en la aplicación de medidas correctas en la economía y en todo el aparato burocrático de la Administración.

  • Control y amenaza en los medios de comunicación con apresamiento de periodistas, soborno o cierre de medios.

  • Exacción ilegal y contrabando de oro y otros metales por extranjeros, con presunta complicidad de organismos policiales del gobierno.

  • Denuncias fundadas de narcotráfico.

  • Persecución a parlamentarios de la oposición, pueblos indígenas, dirigentes sindicales y población en general.

  • Delincuencia desatada.

¿Se cansaron de leer calamidades? Pues, aunque cueste creer, hay más para registrarlas cuando pueda escribirse con tranquilidad y en detalle esta pesadilla inexplicable.

A propósito de sorpresas, un fraterno amigo de Chile, destacado personero político de la Democracia Cristiana, me preguntaba intrigado — como se lo pregunta todo el mundo del exterior — ¿por qué un pueblo de tradición bravía tolera este escenario de tantas privaciones y abusos? La respuesta exige una reflexión que va más allá de una simpleza improvisada. Mi hija — psicóloga interesada en la sociología política — me explicaba que no se trata de un fenómeno que se da sólo por el maquiavelismo personal de los dictadores, sino obedece a una derivación del concepto primario que descubrió el médico ruso, Iván Pávlov, quien, como se sabe, observó los «reflejos condicionados en los animales».

Repetimos, como derivación de ese acondicionamiento que Pávlov aplicó al comportamiento de las glándulas digestivas, los regímenes autoritarios lo extendieron, como práctica similar, a las conductas del ser humano.

Así, por una sistemática y planificada aplicación de graduales carencias de (comida, luz, libertad, derechos, servicios públicos, etc.) van creando masivamente en la sociedad un ambiente de vida opresora como «algo normal» y, en consecuencia, se produce el «reflejo condicionado» del ser humano o, dicho de otra forma, un «sometido acostumbramiento».

Afortunadamente, la historia de la humanidad revela que estos desquiciados procedimiento tienen un límite y -a veces inesperadamente o gradualmente- surge la conciencia «de lo que es normal y lo que es tortura sádica». ¡Termina la noche y llega el sol!

En fin, volviendo tedioso listado enunciado al comienzo, también sé que los números y los hechos palpables pueden ser pocos atractivos para digerirlos en la brevedad de un artículo pero tienen la ventaja que son visibles e irrefutables y, por lo tanto, resultan más útiles para desenmascarar la mentira y entender el pavoroso escenario que vive hoy un país… otrora modelo de democracia y prosperidad.

En todo caso, por favor, liberemos de responsabilidad inspiradora al Premio Nobel de Medicina, Iván Pávlov, sobre la acción que ejecutan los maléficos cerebros que idearon cómo condicionar y acostumbrar las conductas de los pueblos sometidos.