Se ha convertido en un referente en el panorama artístico internacional. El Festival Mueca de artes escénicas se celebra cada año en las calles del Puerto de la Cruz, una pequeña localidad turística del norte de la isla de Tenerife en la Islas Canarias. Con más de 10 años de historia, el evento reúne durante un fin de semana una gran variedad de espectáculos relacionados con el teatro, la música, la danza o el circo. La particularidad es que las calles se convierten en el gran escenario para decenas de artistas de prestigio internacional que se encuentran durante esos días para hacer suyos el asfalto, las plazas y los rincones de la ciudad.

El público es el otro protagonista que complementa el éxito de este Festival. Miles de personas se acercan desde distintos rincones de la isla de Tenerife y desde otros lugares de la geografía canaria para no perderse un fin de semana mágico. Sobre todo los niños, que son parte principal del espectáculo.

En 2010 y 2011 el Ayuntamiento de la ciudad suspendía el Festival, según el Consistorio local por falta de recursos en plena crisis económica. Muchos se echaban las manos a la cabeza pensando que este podría ser el final de un festival que no solo atrae a público de la región, sino a profesionales y personas de distintos lugares del mundo. Un lunar que como siempre pagaba el Festival, tónica habitual de una Comunidad Autónoma donde la última opción en los presupuestos de cualquier gobierno siempre es la cultura.

Un estudio publicado por varias instituciones, entre ellas el Instituto de Estadística de Canarias (ISTAC), demuestra que el alojamiento en la ciudad subió entre un 11,6 y un 13 % en el mes en el que se desarrolló la última edición en 2014, mientras que en los dos años que no se celebró la ocupación turística bajó considerablemente.

Mueca supo sobreponerse y resurgió en 2012. Su hermanamiento con otros festivales del mundo gracias al encuentro de cooperación cultural con países como Brasil, Venezuela, Francia, México, Colombia, República Dominicana o Nicaragua, además de otras comunidades de la geografía española, lo colocan a la altura de encuentros tan prestigiosos como el que se celebra cada año en el mes de agosto en Edimburgo.

Para Mónica Lorenzo, que es una de las principales dinamizadoras culturales de la ciudad a nivel privado, "Mueca es un festival consolidado y una de las apuestas más interesantes de la ciudad: el público se entrega. Sin embargo, tres días son muy pocos porque el resto del año hay un desierto cultural en la ciudad que hace que el público en general que acude al festival no obtenga un hábito cultural para asistir a este tipo de espectáculos el resto del año. En ese caso se convierte en un festival efímero".

Sin embargo, Carlos Pedrós, componente del grupo de teatro local Abubukaka, que lleva participando ya en cinco ediciones, comenta que "el festival supone una oportunidad única para que nos vea mucha gente. El público acude en masa y nuestro espectáculo lo pueden ver casi 5.000 personas de un solo golpe. Casi siempre después del festival el número de seguidores en nuestras redes se incrementa y muchos programadores nos llaman para actuar en otros lugares"

Precisamente el grupo Abubukaka es uno de los máximos exponente locales que participan en el festival. Su humor callejero destila sátira, ironía y una profunda crítica social. Desde la representación de una misa en honor a los seguidores de San Facebook o la lucha incesante para huir del acoso de los captadores de socios para ONG.

Callejeando en esta edición me encuentro con Tuga, un mimo que agita la calle y que desafía a todas las normas de circulación. Como si de un policía de tráfico se tratase, este artista natural de Valparaíso, Chile, se adueña de los vehículos de los conductores y de los cruces de la ciudad en una perfecta comunión con el público. De este modo, es fácil verle toreando a los coches e incluso encaramarse a lo alto de un camión para acabar comportándose como un simio. En su espectáculo, la improvisación nace del clown y sus propias víctimas, los conductores, participan del show generando altos niveles de risa en un público que baila a su son observándole desde su cómoda posición en la acera.

De la escuela nacional de circo de Francia me encuentro con Collectif de la Bascule, una propuesta que mezcla el humor y la acrobacia. Sus tres protagonistas hacen las delicias de los niños que los contemplan atónitos desde las gradas.

Un ejemplo de que las calles cobran protagonismo es que cada una de ellas se convierte en un espacio temático. Así aparecen la Calle del movimiento, la calle de la creatividad o la calle de la música. Paseo por la Calle de la Palabra. En ella, los viandantes se sorprenden al contemplar que en los bancos reposan decenas de libros a la libre disposición del público. Muchos no acaban de creerse que son gratis. Los vecinos del lugar han contribuido cediéndolos gratuitamente para que los turistas o la gente que pasa por allí pueda llevárselos o compartirlos sin ningún compromiso.

La atracción estrella, una de las pocas de pago del Festival, ha sido este año la de la compañía francesa Ilotopie y su espectáculo Fous de Bassín (locos por el agua) que han colgado el cartel de no hay billetes en todas sus representaciones. Un espectáculo de luz y fuego desarrollado en el agua, con impresionantes maquinarias en la oscuridad de la noche.

Más de 150 compañías. Decenas de propuestas paralelas como cuentacuentos, conciertos, pases de moda o bailes completan la programación de este Festival referente que este año ha vuelto a encandilar al público convirtiendo la calle en un catalizador de alegría, risa y, sobre todo, magia.