Quizás sea ésta una de las metáforas que pudiesen calzar con mi trabajo de pintor, cineasta, y escritor amateur, ofrecer mi testimonio vivo de mi quehacer, como si el ojo de mi cámara existencial escribiera mis palabras hechas imágenes.

Defino mi método de trabajo fílmico, pictórico y ahora escrito, como «realismo artístico de la realidad espontanea» ... Donde la creación, y la acción, no son casualidad, no son actos que salen de la nada. Todo lo contrario, son impulsos emitidos desde el cerebro. Mis acciones, o creaciones, son resultado de mis propios algoritmos, surgidos de mis vivencias, experiencias, criterios, información, sentido común, tincadas, almacenados a través del tiempo en el duro cerebro de mi memoria.

En el fondo, son reflejos de mis vivencias que posibilitan que surja una idea, una creación, una solución espontánea. Es como en el tenis, donde los millones de repeticiones de un golpe, realizado durante los años de aprendizaje, permiten que, durante un partido, el golpe sea ejecutado de forma espontánea, sea el reflejo de un acto almacenado, que se inicia a través de la visión y posterior impulso cerebral, a pesar de que la pelota viaje a 200 kilómetros por hora. Nuestro cerebro al recibir la información visual tiene la capacidad de reaccionar a una velocidad inusitada y así poder enviar el impulso acorde con la necesidad.

Un ejemplo más del tenis, si la pelota en un servicio viaja a 200 kilómetros por hora en promedio, y la cancha mide de un extremo al otro 23.77 metros, esto significa que la pelota tarda 0,04 milésimas de segundo, desde que se ejecutó el servicio hasta que el adversario la responde. O sea, ocupa menos de medio segundo en llegar al oponente, quien, ya se ha desplazado para golpear esa pelota con su drive de derecha o golpe de izquierda. Esa capacidad de visualizar y posterior reacción con base en la información almacenada en su cerebro, son similares a las capacidades, sensibilidades de creación espontanea, desarrolladas por un artista. El paralelo con el tenis lo hago como entrenador de tenis, avalado por cinco años que ejercí en Suecia, por mis dos títulos de entrenador de ese país, por mi trabajo como entrenador de la selección de tenis de Mozambique y en el presente como jugador senior en torneos ITF.

Cuando realicé mi largometraje Horcón, al sur de ninguna parte, inventé una fórmula que me acercara a mis experiencias, es decir, a la información almacenada en mi memoria. En concreto, a mis experiencias de más de cuarenta documentales y cerca de mil capítulos del programa Off the Record. La solución fue pensar el rodaje como un cine de reconstitución de escena. Donde nada era nuevo, sino todo lo contrario.

Los hechos ya habían acontecido. Él que debía matar ya mató. En consecuencia, lo que los actores debían realizar era simplemente reconstruir, repetir lo ya acontecido. Ellos ya habían realizado la acción. No era necesario ensayar. Los actores, no tenían nada nuevo que inventar. Simplemente les marqué sus desplazamientos y lo que debían decir en cada uno de los planos. Y ya estaba todo listo para la siguiente escena. Naturalmente me miraron con sospecha, sobre todo la actriz alemana Julia Beerhold. Lo más importante de todo era que yo me sintiera seguro, solo así podría transmitir confianza a los actores, y al resto del equipo.

Al camarógrafo le indiqué cual era el tiro de cámara y los planos a realizar en cada escena, el encuadre y la composición, siempre estuvo bajo mi vigilancia y propuesta. Luego se definía el tema de las luces y de la captación del sonido.

Eso se logró gracias a que trabajé la ficción desde mi zona de confort, el documental. Otro detalle no menor, era que el único que tenía la película clara de lo que pretendía reflejar era yo. Acontece muchas veces que los actores no tienen idea de toda la trama del film. Cada uno se concentra en lo suyo. Por esa razón prefiero esta fórmula. Fórmula que pretendo seguir desarrollando en mis próximas ficciones. Tengo en mi mente algo que leí en algunos de los libros que tengo sobre el cine de Fellini. Este fantástico cineasta italiano tenía una fórmula muy interesante cuando rodaba. Simplemente pedía a los actores realizar diálogos en base a números. Les indicaba que en el plano a filmar debían mostrar enojo, gritarse y luego venia el corte. El protagonista decía: 123, 5, el antagonista eufórico replicaba: 9, 15, 20, 1400. Fellini, luego con toda la calma del mundo, mirando mil veces cada escena en la edición, componía los diálogos finales. Más tarde convocaba a los actores o la voz de su preferencia, hacia grabar los diálogos mientras observaban los planos, luego, el editor se encargaba de lograr el lipsing correcto y asunto concluido.

United Colors of Reality, es un ensayo audiovisual compuesto por una selección de impactantes secuencias de mis filmes mayoritariamente realizados en África, desde donde extraje fotogramas o frems, para convertirlos en fotoperiodismo los cuales sufrieron sutiles efectos de cambio de color, de grano o textura visual, y desenfoque. Estos cambios me permiten demostrar que la belleza no falta a la ética cuando describe un drama real, por el contrario, la belleza, la estética, universaliza la emoción y facilita que el mensaje sea más transversal.

Estas secuencias de imágenes fijas, junto a las escenas reutilizadas de mis filmes, divididas en 6 temas, se las envié a cinco poetas amigos: Omar Pérez, Jaime Pinos y Elikura Chihuailaf, chilenos. A Sónia Sultuane, de Mozambique, y a Marco Lucchesi de Brasil. Todos ellos al visionar las dramáticas secuencias en sus pantallas, compusieron poemas espontáneos demostrando una gran sensibilidad y compromiso con los temas abordados. Luego, vía WhatsApp recibí de cada una de las voces declamando su poema. De Raúl Zurita, quien también es parte de este video, extraje un sentido discurso grabado al Premio Nacional de Literatura en una de nuestras entrevistas de Off the Record. Otro de los temas, fue para José Craveirinha, el más importante poeta mozambiqueño, fallecido en 2003. Tuve la suerte de conocerlo en Maputo. Fue durante mis frecuentes visitas a los M`saho de los sábados, encuentro semanal con poetas en el Jardín Tunduru. Fue desgarrador oír el poema Grito Negro, en la voz de José Craveirinha. Su conmovedor poema sobre la esclavitud despertó aún más mi interés por investigar ese pasado oscuro colonial.

Fueron muchas horas y kilómetros de película en blanco y negro que rodaron por la moviola del Instituto Nacional de Cine de Mozambique buscando casi lo imposible, hasta que logré rescatar impresionantes escenas del tiempo colonial. Cientos de esclavos semidesnudos, engrillados, unos por sus pies, otros de sus cuellos, deslizándose descalzos mientras cargan pesados rieles, al ritmo del látigo que los flagela bajo el calcinante sol durante la construcción de líneas férreas. Eso, es el poema Grito Negro.

Los trabajos audiovisuales realizados con el Premio Nacional de Literatura Armando Uribe, a quien conocí gracias a las entrevistas que realizamos para el programa cultural de tv Off the Record me permitieron entablar una amistad que nos condujo a crear una fórmula de trabajo que bautizamos como poesía y videoarte espontáneo. Resultado de esta fórmula surgió el videoarte, Pre-Apocalipsis. Nuestra idea era que Armando escribiera un libro relacionado al tema. Obra que naturalmente salió publicada antes que yo pudiera realizar el video. El título del poemario se titula Apocalipsis Apócrifo. El cual fue presentado por Cristian Warnken, la puesta en escena del lanzamiento se completó con tres de mis pinturas que serían parte del videoarte. Eran los rostros de Pinochet, Agustín Edwards y Kissinger. Pinturas que dejé por un tiempo en el departamento de Armando para que las interviniera con textos.

Pre-Apocalipsis, se inicia con Armando muerto. El cuerpo reposa en el living. Una carroza fúnebre con caballo conduce el féretro a través de la ciudad. El cortejo fúnebre pasa por emblemáticos lugares de Santiago. La Catedral, el antiguo Congreso Nacional, el Palacio de La Moneda, y Sanhattan, barrio empresarial símbolo del neoliberalismo imperante, desregulado y sin control suficiente como siempre acotara Armando.

Finalmente, la carroza llega al Cementerio General. Armando ya instalado en el Purgatorio, sin dejar de fumar de forma intensa, como era su característica, nos relata su encuentro con viejos rivales a los cuales encara. Esos personajes son nada menos que Kissinger, Agustín Edwards y Pinochet. La voz de Armando surge desde dentro de un ataúd donde está depositado. Armando, siempre tan compuesto, tan serio, tan intelectual, como un conde, creo que nadie hubiera imaginado que pudiera realizar semejantes escenas. Introducir el ataúd en el ascensor y subirlo hasta el sexto piso de Armando no fue tarea fácil, ya que el conserje solamente se limitó a observar la surrealista escena sentado detrás de su escritorio. Este hombre estaba paralogizado, seguramente por alguna vieja creencia que le impedía tocar semejante carga.

Mis historias y trabajos audiovisuales con Armando Uribe tienen aún para largo tiempo. Otras experiencias que están en etapa de edición se titulan Mapocho, una herida abierta, un videoarte que aborda en parte la historia del Rio Mapocho, desde su nacimiento en la cordillera, hasta llegar al mar. Pero lo fundamental del trabajo habla de los diversos momentos de nuestra historia reciente desde un ángulo en la ribera del Rio. Entre ellos, el golpe de estado, y finaliza en el presente destacando el Rio Mapocho como un lugar donde se refleja una bella multiculturalidad en ese viejo y tradicional sector antiguamente llamado la Chimba.

«Cuando quieran, como quieran y con Solapa en Off the Record». Es un maravilloso soliloquio de Armando realizado espontáneamente en el Café&Restaurante Off the Record. Armando, muy emocionado me agradeció con unas palabras escritas en el libro que me regalo, La inquietante extrañez, por haber estimulado a Cecilia a realizar este trabajo y su posterior exposición en la galería Off the Record. Este videoarte cumple también un segundo objetivo, ser un homenaje al Café&Restaurante Off the Record, lugar donde grabamos cientos de capítulos del programa de tv, con personajes del nivel de Uribe, Zurita, Gonzalo Rojas, Bolaño, Poniatovska, Lemebel, Raúl Ruiz, Almudena Grande, Rosa Montero, Marcela Serrano, Monsiváis, Vila Matas, Dorfman, Andrés Pérez, Bryce Echenique, Cesar Aíra y mil más.

Pero si tengo que ir al inicio de esta fórmula de trabajar mis obras, debo remontarme al año 1987 en Mozambique y partir señalando algo muy importante que me enseñó Francisco Coloane cuando visitó ese bello país en el Índico sur. Fue durante los días que trabajamos grabando su paso por la costa de Maputo. Coloane me regaló la frase: Lo que escuchas lo olvidas, lo que ves lo recuerdas y lo que haces lo sabes. Marca el momento en que comienzo a experimentar realizando para el Instituto de Cine de Mozambique el film Mozambique, imágenes de un retrato.

Un día entro a la sala de edición y Fernando Matavele estaba terminando de editar el noticiero cinematográfico Kuxa–Kanema. Noticiero cinematográfico semanal en 16 y 35 milímetros. Me llamó la atención la cantidad de trozos de película 16 mm tiradas en el suelo y otras tantas colgando del típico mueble de canasto de montaje; pregunté por todo aquel material. Son planos de descarte, lixo, o sea, basura me respondió Matavele.

Tomé trozos de esa basura, los miré contra la luz, y vi miles de siluetas grises, cientos de refugiados, «dislocados», auténticos zombis caminando sin destino. Imágenes dramáticas. De inmediato se me ocurrió una idea, y brotó espontánea una orden a Matavele de no botarlos, que esperara un momento... Corrí al segundo piso donde Samuel Matola, director del Instituto Nacional de Cinema, quien medio incrédulo, no manifestó ningún reparo en aceptar que yo utilizara aquel lixo.

Matavele, unió los cientos de trozos o planos de película. El resultado fue una gran torta o rollo. Fueron muchas horas y días que pasé sentado con la vista fija en la pantalla de la moviola. Mozambique, en esos años sufría una guerra introducida por Sudáfrica del apartheid. Esto acontecía mientras Mandela continuaba prisionero. Mi idea era enrostrar la insensibilidad del mundo occidental con el drama que sufría Mozambique y su pueblo.

Son finalmente estas experiencias transformadas en algoritmos almacenados en mi disco duro que me permiten crear. Son obras realizadas en trabajo colaborativo con una serie de amigos, colegas del arte, que no nos permitimos quedarnos de manos cruzadas frente a las dificultades financieras para producir, sino todo lo contrario, las dificultades funcionan como una motivación aún mayor que nos empuja a denunciar las diversas realidades que afectan el normal desarrollo de nuestras sociedades, llamadas tercer mundo, por el primer mundo.

El videoarte, United Colors of Reality, es un reflejo de la triste realidad que afecta principalmente a África. Mis experiencias cinematográficas vividas en África no me permiten olvidar. «Mi mayor capital, son mis vivencias, experiencias y el tiempo».