La sociedad está viviendo una nueva normalidad, que le llaman..., una normalidad insensata que priva del derecho más fundamental del individuo: respirar.

En la nueva normalidad, nos dicen que es para «protegernos» y ser héroes «protegiendo» a los demás, héroes como aquellos que van a la guerra por sus patrias y regresan mutilados para convertirse en la invisible minoría que vaga en las calles de la ciudad.

En la nueva normalidad, los niños y niñas, aprenden a llevar puesto un bozal que simboliza mutismo, los ancianos jadean aún más cuando caminan, pues están respirando por lo menos un 15% menos de oxígeno en sus pulmones.

La gente obedece y limpia con todo tipo de productos desinfectantes las superficies como un protocolo rigurosamente estricto a seguir, porque vivimos en un mundo de medicina científica reduccionista, que solamente sabe ver lo material; es decir lo mental, lo emocional, lo espiritual, no son tomados en cuenta cuando se toman medidas de prevención de enfermedad, no vivimos en una sociedad holística, pero sí en un mundo holístico.

Louis Pasteur, químico industrial, fue tal vez quien comenzó a alejarnos de la naturalidad y consciencia de tener cuerpos que hacen de hábitat, a una infinidad de microrganismos , él fue quien inició una guerra interminable contra los enemigos invisibles de bacterias, virus y todo tipo de microorganismos.

Hacia finales del XIX, los boticarios y médicos vitalistas con principios éticos que prohibían experimentar con los animales o humanos, fueron desapareciendo... Muchos se resistieron a entrar en el florecimiento envenenado de lo que sería la industria farmacéutica.

¿Qué dirían esos sabios de la salud, los que conocían las leyes del Tao y lograban mantener su vigor hasta muy avanzadas edades? ¿ Qué dirían de nuestros ancianos y niños como comunidad, relacionándose a una distancia sin poder entenderse, ni verse, ni sentirse.. ? ¿Qué dirían al ver los niños y niñas en bicicleta con la mascarilla, a familias enteras paseando con el tapabocas de la obediencia mundial?

Estamos viviendo la globalización en su máximo exponente, poniendo su zarpa en las sociedades del mundo amedrentadas, pacificadas, dopadas con el miedo de ser infectado por el enemigo más buscado del mundo.

Algunos expertos científicos, premios nobeles, hablan como si se tratase de algo artificial, pero lo único que realmente sabemos es que están en busca de hallar la vacuna que nos protegera para que por fin podamos liberarnos de nuestro bozal y ser vacunados contra algo que todavía al día de hoy, los expertos no han logrado ponerse de acuerdo y aclarar el asunto, para que tal vez eso ofrezca la posibilidad de tratarlo como lo que es, pero ante la confusión, enfatizan la seguridad de la vacuna que posiblemente será obligatoria, pero que debido al pánico masivo que ha generado la pandemia mediática, no hará falta ni que sea obligatoria para que la gran mayoría de la población vaya voluntariosamente a hacer de cobaya de laboratorio.

Cuando veo a la gente sin rostro caminar por las calles, siento una profunda humillación sintiéndome parte de todas las sociedades humanas del mundo siendo sometida a tanta incoherencia y confusión. Me digo que pareciese que la tecnología ha superado el rango más alto en la sociedad humana y convirtiéndose en el Todopoderoso, pasa por encima de la salud, del bienestar, de la política, de la medicina, del sentido común... La tecnología está por encima de toda autonomía y soberanía y es la herramienta cada día más utilizada, a través de los grandes medios de información que únicamente desinforman, o las nuevas tecnologías de telecomunicaciones; es ya el arma de un solo filo, para una dictadura de control totalitario de las conciencias y la libertad de las personas.

La bestia, que veo avanzar usando esta situación de «crisis sanitaria» como escudo, es un ser mecánico que con sus fauces de tecnocracia totalitaria pretende retener en su memoria de reconocimientos faciales, para controlar cualquier desobediencia civil, cualquier voz disidente, cualquier inconformista, con el fin de obtener un conformismo ciego y pasivo, con una sumisión y rendición total al poder absoluto de un nuevo orden mundial.

Lo que no saben, es que la mala hierba siempre crece.., silvestre, salvaje, es como un duende que aparece y desaparece, es libre como el viento y al viento no podrán jamás enmudecerlo…

Lo que no saben es que muchos y muchas, ya no luchan contra ellos o para resistirse, sino que han abandonado su macabro juego y están organizándose para fomentar cada día más una autonomía y autosuficiencia a niveles más locales.

Lo que no saben es que muchos y muchas no han olvidado que lo más precioso que tenemos es la libertad interior, y que para muchos y muchas, su juego ha terminado. Tal vez esto suponga una renunciación a ciertas herramientas tecnológicas, pero el ser humano, en algún momento en su gran mayoría, dejarán de creer que el mundo virtual y de la información está por encima de las flores, de las abejas, de los arroyos, del milagro de la vida y de la naturaleza.

El peor de los virus es el miedo, y para quitárselo, uno o una tiene que empezar bajándose la mascarilla del miedo y volviendo a recobrar confianza en su sistema inmunitario y en sus propias reflexiones críticas e intuitivas de los acontecimientos...