¿Me estoy contradiciendo?
Muy bien, me contradigo.
(... contengo multitudes).

(Canto a mí mismo, Walt Whitman)

Mi libreta de incoherencias. Dia por día. Una rapsodia constante. Movimiento, cambio, sucesión, tiempo, curso y discurso. Celebración de la complejidad. Ser una cosa y su contraria. Canto a la impureza, sinfonía propia. Devenir de ideas rotas. Consciente cortado a trozo. Palabras que fluyen trenzando y destrenzando. Fuga de imágenes, destellos que se materializan en palabras. Un acto íntimo de comunicación.

Día 1: Peces de fuego

Quedar en blanco y comenzar.
El tiempo espanta, la quietud atrae.
Encandilada y con miedo anuncio el siguiente paso.

Camino al túnel de peces muertos, peces sin espinas, blandos, mal olientes. De ahí se sale primero por la cabeza, mirando afuera. Luego, como cada uno quiera o pueda. Quedarme también puede ser mi aventura. Recorrer los detalles del túnel. Peces encimados. Enzimas bariátricas para poder comerlos todos y morir indigestada. Peces que mueren incendiados en un mar sin agua. En un mar de fuego.

¿Quiénes viven en los mares de fuego? Los peces viven muertos. Pero ¿quiénes son los que viven vivos? En el fuego viven las llamas. El calor engendra vidas desconocidas, engendra incertidumbre, pero sobre todo engendra esperanza. La esperanza de vaciar para llenar de nuevo. Punto primero, sin túneles y sin peces muertos. Globo rojo que no sube ni baja, explota para vivir más pequeño, para vivir en más partes.

Comer ñoquis en el Teatro del Globo, fue la manera secreta de planificar, o comenzar a planificar esta explosión de fuego. Ahí comenzó en contador en reversa. ahí se detonó la mecha. Cuando se nombró la palabra Tiburón y no Pez.

Es que la intuición indicaba, allá (meses atrás) que iba a ser más grande lo que quedaría en el Mar Muerto y más grande lo que se debería iniciar.

Día 2: El caldero del tiempo

¿No sé por qué? Ser, saber, sentir. Sentir encerrada sin agujeros. Sentir para adentro. Saber para qué.

Contar hasta doce y no saltar. Jugar en el espacio, aunque sea pequeño.

Alguien mira desde abajo, pero no puede entrar. Alguien mira desde arriba, pero no puede saltar. Y yo miro desde adentro. No me gusta. Pongo punto.

Silenciosamente guardo los líquidos mágicos que una vez soñé. Encerrados y exhibidos en una tienda. Tiendita de saldos.

En noches de tormentas, tormentas creativas que despiertan monstruos. Así se paren. Sin dolor. Sin gritos y en secreto. ¿Armas mortales? Tal vez. Ojos con astillas sin lágrimas, serán los que dominen las incertidumbres. Serán los que dominen los pisos abiertos, los laberintos con miles de salidas.

Baldes con saldos de amores prohibidos, será el primer ingrediente. Caldero de penas, de historias quietas, historias encadenadas.

Repasemos cantidades: Balde con saldo de amores prohibidos (creo que con tres será suficiente). Historias quietas (una sola). Encadenadas (cinco y media). Promesa de estrellas (cuatro).

¿Receta de vida plena será? No estoy segura. Receta de vida perdida. ¿Cuándo se pierde la vida? ¿En qué momento? ¿Es el tiempo el culpable? No creo. Basta de culpar al tiempo. Basta de pedirle al tiempo milagros. Busquemos pistas y encontremos el modo.

Me gustan los gatos ¿desde cuándo? Desde siempre. Desde ahora.

Otra vez el tiempo. Contar hasta doce y el momento nacerá para decirnos la verdad. No es el tiempo sino el silencio en donde están las respuestas. No es en un caldero sino en un cacharrito donde se evapora la materia. Es decir, no hace falta nada. Ni siquiera hace falta tiempo para saber si es necesario seguir, si estoy razonando demasiado, si lo que quiero poner no lo encuentro. Solo hace falta dejar evaporar lo consciente, lo duro.

Y ahí no sé… ya lo sabré… ya lo sabrán ya lo sabremos…