Me hago preguntas que la humanidad siempre se ha planteado como ¿qué es el destino? o si ¿está escrito nuestro camino? Me pregunto si ¿las pasiones también se heredan con la genética? No sé si será así, pero yo heredé las letras, y el amor por ellas. Mi abuelo encontró en las palabras un modo de expresar todo lo sentido y las ganas de tener en su mano hasta el último día, una pluma que fuera parte de él y que escribiera donde sea, lo que la voz no supiera cómo expresar. Aspiro a tener en vida, mi propia pluma que nunca deje de escribir. A él no lo conocí, pero nuestros textos se entrelazan en la historia familiar.

Para mí el destino es encontrarme leyendo sus textos de hace 50 años, para sumarlos a los míos. Es entender la vida de la misma forma a pesar de las diferencias generacionales y culturales. Pese a las distintas vivencias que él, yo o vos podemos tener, todo sigue igual. El destino es destino para quienes creen en él. El amor sigue siendo amor, la vida es vida.

Comparto cuatro de sus textos escritos en su máquina de escribir Olivetti, que quedaron registrados en hojas amarillentas, con manchas y correcciones en tinta. Textos que hablan de la vida, en palabras de él, pero que tranquilamente son las experiencias de cualquier lector, porque todos podemos sentir sus palabras como propias.

Destino

Dibujada está la línea del destino
interrumpida por mojones o durmientes.
Aunque no quiera es ese mi camino,
mecanismo de distancias inconscientes.

Las líneas de la mano se entrecruzan
dejando sólo los interrogantes.
Embarcado, ya en mi marcha no distingo
cuáles son los ahora, hoy o antes.

Y sin embargo, aunque ciego de presente,
olvidando el ayer de mi pasado
debo zambullirme enteramente
para alcanzar un algo ya olvidado.

Llegar o no llegar es lo pensado,
es la meta de todo movimiento,
es el premio de haberlo realizado
aun a riesgo de recibirlo muerto.

28 de diciembre de 1978

En el asentamiento de la vida
es cuando mejor debemos
controlar el tiempo.

Si la felicidad del presente
la podemos atesorar en el futuro
el día de hoy será eterno.

En el siguiente texto, el autor propone cuestionarnos ¿qué es la vida sin compañía, sin tener alguien para compartir los momentos de alegría, y también de tristeza?

1 de marzo de 1986

Las cosas que de a pares
se hacen son de a dos,
dos y dos son cuatro,
cuatro manos
que levantan esperanzas,
cuatro ojos
que miran las distancias
varias veces pares
varias veces cuatro,
y entre todo, manos, ojos, cuerpo, alma,
cuando se tocan veinticuatro
se detiene la marcha
se levanta una copa
y se brinda así: ¡gracias!

En el texto a continuación, se propone hablar de que la vida, también es vida con sus cosas malas, con sus dolores, sus tristezas y momentos donde uno siente que todo se detiene cuando en realidad, la vida sigue su curso por fuera de nosotros. Es en esos momentos donde la compañía tiene más valor, donde nosotros también podemos seguir nuestro curso, porque hay un alguien que nos acompaña lentamente para volver a empezar. Podríamos plantear que es como una carrera, donde uno a veces necesita detenerse un momento porque no puede más. Y viene otro corredor a detenerse con nosotros y a esperar que, a nuestro ritmo, podamos retomar nuestra marcha.

Pero no todo es dicha en esta vida.
A veces hay dolor,
incertidumbre,
tristeza,
pesar irreversible.

A veces el placer
de tan inmenso
supera los dolores
anteriores.

Pero todo,
el placer, el dolor, la incertidumbre
es más placer, menos pesar,
más certidumbre.

Si acompañados lo sufrimos,
enfrentamos
o gozamos.
Si lo bueno y lo malo
lo compartimos.

Isidoro Rabinowicz tuvo una historia de vida difícil. Perdió la esperanza en la felicidad cuando era muy chico, y la recuperó cuando armó su familia y encontró su compañía para la vida. Los textos dejaron registro de sus pesares y sus momentos de felicidad. Sus textos lo mantienen vivo a él porque su vida quedó inmortalizada en sus palabras.