Protestar está a la orden del día. Da igual la temática o el personaje en cuestión que nos solivianta. Protestamos contra una decisión política, contra un actor, un programa de televisión, un comentario machista, una canción (Despacito se lleva la palma en el ranking, al menos entre mis contactos). Pero el caso es protestar.

Podemos decir que protestar es deporte nacional en nuestro país. Y hay protestas de varios tipos pero no es mi intención escribir sobre las protestas banales. Justo por ser eso: por ser banales. Pero hay otras quejas recurrentes que se centran en temas más profundos o llamémoslos importantes. Y de estas sí quiero dedicarles estas líneas hoy. Más bien, debería decir, que me voy a enfocar en los que protestan. Aunque no en todos los que lo hacen, sino solo en aquellos que se lamentan de las injusticias del mundo pero no hacen nada por solventarlas.

Pero antes, hablemos del foro por antonomasia que utilizamos para explayarnos en quejas sobre diversos temas: Twitter. La red social del pajarito se ha convertido en los últimos años en el lugar de desahogo de millones de personas. Foro de muchos valientes que dan la cara mientras entonan sus quejas pero, desgraciadamente, lugar en el que vomitar todo lo que le viene en gana a tantos otros cobardes que escriben amparados por un anonimato que refleja vileza y falta de agallas.

A esos que sueltan espumarajos en 140 caracteres es mejor ni contestarles. Hacerlo supondría darles el protagonismo que tanto desean pero que no merecen. Pero muchos lo hacen y no precisamente con un vocabulario fino y cortés. Para eso, mejor no avivar las llamas porque, al fin y al cabo, sería ponerse a su altura.

Pero quienes me tienen contrariada, como mencionaba al principio, son los de la queja-postureo. Es decir, los que protestan porque queda bien. Porque creen que poner el grito en el cielo les hace más interesantes, más comprometidos y mejor personas pero luego no mueven un dedo por solucionar los hechos que les tiene exaltados. Yo me los imagino tomándose una cerveza con unos amigos pero con un ojo puesto en la pantalla de su móvil por si, ¡zas!, aparece una notificación que les llame a la acción-protesta-postureo. Suelen ser los mismos que en su trabajo despotrican de sus compañeros, de su jefe y de la impresora y la cafetera de la cocina de la oficina, si es preciso, pero que jamás se les ocurre la idea de buscar un nuevo empleo. No vaya a ser que un nuevo trabajo les impida tener tiempo para protestar.

Se quejan de noticias y hechos de muy variada índole, claro, porque este tipo de protestón postureo está a todas: si las playas están muy sucias protesta (aunque no acerque un pie al mar y jamás se moleste en tirar un tapón de plástico encontrado en la acera de su casa a la papelera porque “no veo ninguna cerca”); si los refugiados pasan penurias protesta (pero no dona a ninguna ONG que asiste a los mismos porque dice no tener una nómina decente –de la cual también protesta-); si falta sangre en los hospitales hace un retuit-protesta, pero jamás dona la suya porque alega que le “da cosa” que le pinchen; y si hay violencia machista protesta, pero se ríe a carcajadas con el chiste que le manda por WhatsApp su cuñado a pesar de que sea políticamente incorrecto y probablemente vejatorio para la mayoría de sus amigas.

Y así sucesivamente. Es una queja continua desde el sofá de casa, pero ¡oiga, a mí no me miren que yo ya tengo una vida complicada como para mover un dedo por alguien! Pero protestan porque queda bonito en el muro de Facebook y en el timeline de Twitter. Y si sus quejas les traen nuevos seguidores (lo cual saben que suele suceder) pues eso que ganan.

Y no es solo cosa de hombres. El postureo en las redes sociales no tiene género y lo ejercen tanto hombres como mujeres. ¡Ojo! Hay mucha gente que protesta con derecho porque ya están comprometidos con esas causas y ya ejercen y aportan para que éstas se puedan solucionar. Pero se distinguen perfectamente de los anteriores y son fácilmente reconocibles en la maraña de tuiteros que seguimos habitualmente.

Lo que les aconsejaría a estos quejicas-postureo es que busquen las diferentes formas que existen de ayudar, aportar o solucionar las diferentes problemáticas objeto de sus protestas. Y a partir de entonces, podrán darle un valor añadido a sus críticas incluyendo información sobre cómo otros pueden apoyar y añadir su grano de arena a las mismas. En definitiva, que transformen sus quejas en pensamientos positivos y en soluciones. Igual no queda tan bien como antes pero seguro que alivia y aplaca muchos problemas de este mundo. Y además no tendrán que sufrir el que la gente les elimina de entre sus seguidores ¡Que seguro que de eso también se quejan!