El calendario gregoriano, es el que actualmente nos rige y es utilizado de manera oficial en casi todo el mundo. También es, por demás, un calendario imperfecto: tanto astronómica como cronológicamente. Fue instaurado el 4 de octubre de 1582 por el papa Gregorio XIII (en latín: Gregorius XIII; de nombre secular Ugo Buoncompagni), papa N.º 226 de la Iglesia Católica de 1572 a 1585, quien promulgó su uso mundial por medio de la bula papal Inter Gravissimas dictada el 24 de febrero de 1582. Este era un documento oficial de la Iglesia Católica y, por ende, documento oficial de la autoridad política, económica y militar que aún ejercía la Iglesia Católica durante el siglo XVI.

Gregorio XIII reformó el calendario anterior, el calendario juliano; que era el calendario utilizado en toda Europa desde que Julio César lo instauró en el año 46 a. C., para sentar las bases de su propio calendario. Esto lo hizo, a través de la Monarquía Hispánica o Monarquía Católica; es decir, a través del rey Felipe II de España y sus virreinatos en América: quienes fueron los primeros en adoptar el nuevo calendario (calendario gregoriano).

Esto es una gran ironía; ya que, el calendario juliano era, un calendario solar; un calendario cuyos días indicaban con precisión la posición de la Tierra en su movimiento de traslación en torno al Sol. En términos astronómicos el año juliano (símbolo: a), también conocido como año terrestre y año sideral, se refiere al tiempo orbital del planeta Tierra. Es decir, el tiempo que tarda nuestro planeta en dar una vuelta completa alrededor del Sol. De ahí lo de año terrestre. Pero el término también se refiere al periodo orbital de cualquier planeta; por lo que se puede aplicar a cualquier ciclo orbital planetario. De ahí lo de año sideral. En otras palabras, el año juliano es también la unidad de medida de tiempo utilizada en astronomía que define exactamente un año como: 365.25 días de 86,400 segundos cada uno (Sistema Internacional de Unidades), totalizando 31,557,600 segundos (1 año). Pero no solo eso, el año juliano también es la base astronómica que define el año-luz como una unidad astronómica de medida de distancia.

Pero, ¿a qué se debe la ironía?, se preguntará usted. A que, el calendario juliano se atrasa con respecto a lo que, en astronomía se conoce como año tropical o año trópico: tiempo preciso que se requiere para aumentar la longitud media del Sol (orbita solar) en 360 grados sobre la eclíptica (una órbita) en aproximadamente un día cada 128 años (exactamente 11 minutos y 14 segundos por año). Eso por cuanto la duración de un año trópico es de 365.242189 días y para el calendario gregoriano, esa cifra es de un día cada 3,324 años. Eso significa que, la diferencia entre la longitud media del año juliano de 365,25 días y la del año gregoriano de 365,2425 días, es de apenas 0.002%.

Parece poco, pero en términos humanos significa que, desde su creación, el calendario juliano ha acumulado un retraso de 13 días con respecto al paso de las estaciones; en consecuencia, la fecha juliana permaneció 13 días retrasada (desde el 14 de marzo de 1900 gregoriano/1 de marzo juliano; y hasta el 28 de febrero de 2100 gregoriano/15 de febrero juliano) de la fecha indicada en el calendario gregoriano. Así, al jueves juliano 4 de octubre de 1582 le sucedió el viernes gregoriano 15 de octubre de 1582. En lo que, históricamente se conoció como los 10 días perdidos que «desaparecieron» porque se habían contado de más en el calendario juliano.

El calendario juliano tenía tres días bisiestos adicionales cada 400 años. Eso ocasionó que, en la Era Cristiana, la Pascua; cuyo cálculo depende del equinoccio de marzo y de las fases de la Luna; pudiera caer en abril o incluso en mayo. Para arreglar ese desfase el calendario gregoriano ajusta la regla general del año bisiesto cada cuatro años: y hace que se exceptúen los años múltiplos de 100; excepción que a su vez tenía otra excepción, la de los años múltiplos de 400, que sí eran bisiestos. Y a eso debemos agregar el día de más cada 3.324 años producto de la diferencia entre el año gregoriano y el año tropical.

Pero sin duda alguna, el mayor error; o más bien, los mayores errores que presenta el calendario gregoriano son los relativos a los meses del año y su supuesta correspondencia con los meses del calendario juliano. El año juliano empezaba a principios de marzo en Martius, el mes de Marte (dios de la guerra) y finalizaba en Februarius, el mes de las hogueras purificatorias (februa).

Distribución de los meses y días en el calendario juliano (153 a. C.)

  1. Martius (31 días): mes de Marte, dios de la guerra, padre de Rómulo y Remo.
  2. Aprilis (30 días): mes de apertura de flores (por la primavera, en el hemisferio norte).
  3. Maius (31 días): mes de Maia, diosa de la abundancia.
  4. Junius (30 días): mes de Juno, diosa del hogar y la familia.
  5. Quintilis (30 días): mes quinto.
  6. Sextilis (30 días): mes sexto.
  7. September (31 días): mes séptimo.
  8. October (30 días): mes octavo.
  9. November (31 días): mes noveno.
  10. December (30 días): mes décimo.
  11. Ianuarius (31 días): mes de Jano, dios de los portales.
  12. Februarius (30 días; 31 días en los años bisiestos): mes de las hogueras purificatorias (februa).

Distribución de los meses y días en el calendario gregoriano (1582 d.C.)

  1. Enero (31 días).
  2. Febrero (28; 29 en los años bisiestos).
  3. Marzo (31).
  4. Abril (30).
  5. Mayo (31).
  6. Junio (30).
  7. Julio (31).
  8. Agosto (31).
  9. Septiembre (30).
  10. Octubre (31).
  11. Noviembre (30).
  12. Diciembre (31).

Pero además el calendario juliano tenía otras curiosidades: desde 44 a. C. se acordó que todos los años serían de 365 días y que cada cuatro años se añadiría 1 día. Ese año se llamaría «año bisiesto», expresión que deriva del latín bis sextus dies ante calendas martii; traducido al español «repetido el sexto día antes del primer día del mes de marzo»; de manera que, el 24 de febrero repetido se llamaría «bis sextum»; de ahí, bisiesto. Ese mismo año (44 a. C.) Marco Antonio, quiso honrar la memoria de Julio César, renombrando el mes de Quintilis como Julius (denominación de la que deriva Julio); lo extraño es que, en la distribución de los meses, julio corresponde al séptimo mes, no al quinto. Igualmente, en el año 23 a. C. el senado romano quiso honrar al primer emperador romano Octavio Augusto, renombrando el mes de Sextilis como Augustus (agosto); de nuevo, incurriendo en la contradicción de que agosto corresponde al octavo mes, no al sexto. Y para empeorar la cosa, para crear agosto se agregó un día adicional; día que fue sustraído de febrero que, entre comillas, pasó de tener 29 días a 28; recalco entre comillas porque Februarius tenía 30 días (31en los años bisiestos) y era el último mes del año, no el segundo. Afortunadamente, para cuando a Tiberio, el segundo emperador romano se planteó la misma idea, dando su propio nombre Tiberius a septiembre; este desistió, al mostrar sus dudas sobre lo que ocurriría cuando ya se hubiesen renombrado todos los meses del año.