Otra vez, como tantas otras, aparece el síndrome de la página en blanco. Todo aquello que quería decir se desvanece como la densa bruma que se desintegra tras el amanecer, con la llegada de la luz.

Quiero escribir casi constantemente, aunque ya no recuerdo sobre qué. Antes sólo quería escribir sobre mí, mis cosas, mi vida, tan sumamente interesante. Ahora sólo tú ocupas mi cabeza y no me atrevo a mencionarte.

Miedo, como tantas otras veces. Miento, como en muchas otras vidas. Mezclo, como en casi todas mis páginas. Sin saber llegar a un punto claro. Ojalá supiera el camino de la claridad.

Viejas emociones se han reencontrado gracias a ti, o mejor dicho, a tu ausencia. Antiguas relaciones han cobrado sentido tras el hueco que has dejado, profundo boquete en mi alma. Cosas que nunca necesité contigo, ahora me valen sin ti. Ahora me recuerdan a ti y por eso me parecen suficiente. Es difícil entender lo que siento hasta para mí, así que no pretenderé que nadie más lo comprenda, que haga por mí lo que yo no puedo hacer.

No sé si estás en alguna parte, mi yo racional sabe que no, pero mi parte espiritual percibe que tu polvo de estrellas sigue flotando en el universo, escuchándonos, mirándonos, sintiéndonos. Estés donde estés, estés o no estés, todos mis yo te echan de menos. Extrañan nuestras conversaciones, irremplazables, irrecuperables, interminables. Yo, entera y absolutamente, te echo de menos. No es la primera ni será la última vez que te digo esto. Ambas lo sabemos, dejémonos de tonterías. Voy a reiterarme el resto de mi vida, es lo que hay (tu Barça acaba de meter un gol. Salta, allí donde estés).

Sé que me perdonas lo que otros no sabrán entender de mis actuaciones. Nadie entendía mejor mis actuaciones que tú. Apenas necesitabas explicaciones, aunque te las daba igualmente en una muestra de exculpación palpable. Como tú. Tan diferentes y tan sumamente parecidas. Tan plenas en todo y vacías un poco. Tan ansiosas de vivir y desgastadas de esperar. Tan empapadas de miedo. Tan encarceladas. Tan nuestras. Tan propias.

Sé que lo que teníamos ha sido lo más especial que he tenido en la vida. Lo más cercano a una amiga íntima y sincera, real, que he experimentado. Lo sé porque lo siento como tú me lo hacías sentir. Por las horas que hemos hablado, a pesar de la distancia. Por los esfuerzos que hemos hecho ambas para encontrar un hueco de mil horas para compartir nuestras impresiones acerca de todo y de nada. Por las confidencias que hemos compartido y que sólo tú y yo sabíamos. Porque tu silenciosa marcha ha demostrado que pocos tenían alguna noción de lo que ocurría en tu corazón. Porque nuestra relación creció y se fortaleció tras cada desgracia que pasaba, aunque estuviéramos lejos. Porque no me he sentido más cerca de nadie en la vida. Porque todo eso sobrevive con la misma intensidad, a pesar de tu dolorosa ausencia. Lo sé porque tú pervives dentro de mí, aunque ya no estés.

Pienso que te recuerdo, pero una parte de mí todavía espera, en lo más profundo, verte aparecer de nuevo. Con calabacines gigantes, en plan sorpresa, por mi puerta. Habrás movilizado a medio mundo para darme una sorpresa. Te lo agradeceré toda la vida, a pesar de que nunca lo creyeras. Nadie había hecho, ni hará, lo que tú hiciste por mí.

Te quiero, petitona meva. Mucho. Te quiero y te seguiré queriendo, por mucho que ya no estés, de la misma forma que antes. Estás en mis textos, en mis pensamientos, en mis lágrimas y en mis monólogos interiores (sabes que me encanta hablar sola, ahora lo hago contigo).

Escribo comedida, como si aún pudieses leerme desde alguna parte y fuese a darte vergüenza que dijera estas cosas, tan sentimentales. Tonteta, con lo romanticona que sabías ser. Ojalá estuvieras aquí.

Necesitaba un rato para mí. Un ratito para nosotras. Para pensar y no pensar. Para llorar y echarte de menos. Para elegir esa canción con la que nunca tuve que detenerme contigo. La música no era importante. Nunca nos faltó conversación. Los silencios fueron tan escasos como necesarios. Lo sabías. Lo sabremos.

Tu fortaleza, enfrentada a partes iguales con tu sensibilidad por un trocito de tu alma, sigue presente en mí. Tu sensibilidad pervive en mis letras, que siempre extrañarán no haber conocido las tuyas. Tus sospechas serán las mías y, si tengo la oportunidad, resolveré las dudas que atenazaron tu espíritu.

A mi petitona, con todo mi amor.