Un accidente con consecuencias funestas. Una comandante experimentada. Un aterrizaje precipitado. ¿Qué es lo que sucedió realmente?

Dos de noviembre

Durante 17 minutos y 56 segundos, Fer Santamaría o Mago 14 —por su indicativo en radio—, estuvo orbitando el espacio aéreo del puerto de Acapulco. Era el 2 de noviembre e iban el comandante instructor Padilla Reygadas y el alférez alumno Sergio Fernández de Sanz y la familia que los había contratado para dar un paseo. Aunque era evidente que en las pantallas se reproducían en tiempo real los parámetros del vuelo, nadie advirtió a los tripulantes de que el avión no estaba en condiciones de aterrizar. Contra todos los procedimientos, intentaron una toma in extremis y el artefacto acuatizó. La comandante Moncada, encargada de la investigación, desmenuza la cadena de supuestas negligencias que llevaron al fatal desenlace. El tribunal avala la petición de que el informe sea clasificado como secreto. Mago 14 se arrebuja en la silla del tribunal y mira a su abogado, intenta adivinar lo que esa decisión significa. Recuerda que hoy, como hace dos años, era día de muertos.

La avería

Al despegar, la rotura de un disco del rotor de turbina obligó a apagar el motor izquierdo y dañó los mandos de vuelo: uno de sus fragmentos perforó el fuselaje y otro bloqueó el sistema de profundidad, haciendo que el morro del avión tendiera a caer. La causa de la rotura, según los informes técnicos, fue la fatiga de material. Fer Santamaría sonríe, eleva las cejas y le parece increíble que algo así se diga en un tribunal. El disco ya tenía una grieta, que se amplió con el paso del tiempo. Si no se detectó en las revisiones posteriores es porque no se aplicaron los procedimientos adecuados con liquido penetrante fluorescente. Lo sabe. Sabe que lo saben. Sabe muchas cosas.

Mago 14 sabe que el jefe del taller de motores era muy meticuloso, era imposible que hubiera hecho eso que le imputaban. Decían que habría debido sustituir la pieza, es decir, el disco, pues excedía el límite de vida establecido en la orden técnica, pero no lo hizo. Imposible. Escucha a la parte acusadora insistir en el tema. El mantenimiento inadecuado produjo una avería que sólo debió llevar a que el avión se perdiera. No a todo lo demás. Si el fallo mecánico tuvo consecuencias trágicas, fue por una indebida gestión de la emergencia. Fer Santamaría, Mago 14, aprieta los puños y rechina los dientes. No es cierto, dice por lo bajo. Su abogado defensor se lleva el dedo índice a los labios, le pide que sea ecuánime, que aguante. Sabe que la cosa se va a poner peor.

La emergencia

Mago 14, quien fungía como piloto no valoró la gravedad de los daños sufridos por el avión. Según los manuales, debió hacer una prueba de controlabilidad: tomar altura, desplegar el tren de aterrizaje y reducir velocidad para comprobar si en esas condiciones, similares a las de la toma, podía controlar la aeronave. De haberlo hecho, enfatiza el abogado acusador, habría comprendido que no se reunían las condiciones para una toma segura. En vez de eso, decidió tratar de llegar al aeropuerto y aterrizar pese a saber el riesgo que corrían.

«Nos la vamos a tener que jugar», dice el abogado que dijo Mago 14. Lo cierto es que intentó llegar hasta la pista, pero era una tarea imposible: debía aumentar la velocidad para controlar el avión y a la vez frenarla para no superar la resistencia del tren de aterrizaje. Finalmente, el aparato se desplomó contra el agua.

Mago 14

Fer Santamaría tenía la máxima calificación para el vuelo igual que el jefe del taller de motores, a quien la juez considera responsable del deficiente mantenimiento. ¿Cómo pudo un comandante experimentado cometer ese fallo? Su expediente lo demuestra.

Sin ayuda

Desorientada y falta de conciencia situacional, así califica el abogado acusador la conducta de Fer Santamaría, Mago 14, y agrega: la comandante tampoco recibió el asesoramiento adecuado. El silencio más clamoroso fue la sala de control que tenía acceso directo a todos los datos del vuelo y no le recomendó que se eyectasen.

El rescate

Tras chocar contra el agua, los tripulantes salieron expulsados de la nave, se golpearon contra las olas, mientras que la familia, aún con vida, quedó entre los restos incendiados del aparato. El auto describe una caótica intervención de los servicios de rescate que tardó en actuar.

El auto judicial

Fer Santamaría contempla el rostro lloroso de su madre y cierra la boca. Siempre será mejor así. El auto judicial que suele considerarse inapelable, emitió sentencia inculpatoria, no iba a ser de otro modo. La reprochan por falta de entrenamiento, sin asentar en actas que ella tenía la máxima calificación; le imputan al jefe de taller falta de cuidado y lo consideran culpable ya que era el responsable del deficiente mantenimiento, sin aclarar que el señor es un ingeniero con una trayectoria impecable. No se usó la evidencia de la caja negra. Nadie se preguntó por qué un avión del ejército se estaba usando para dar un recorrido turístico a una familia del círculo rojo. No hubo quien se diera cuenta que no fue Mago 14 quien tripulaba, sino el padre que aquella tarde quiso demostrarle a su hijo que él, hasta borracho, siempre estaba en control.